Papa Francisco en la Audiencia General: «Para
favorecer el diálogo interreligioso lo que podemos hacer es rezar. Con el Señor
todo es posible»
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* «A causa de la violencia y del terrorismo se ha
difundido una actitud de sospecha o incluso de condena de las religiones. En
realidad, aunque ninguna religión es inmune del riesgo de desviaciones
fundamentalistas o extremistas en individuos o grupos (cfr Discurso al Congreso
EEUU, 24 de septiembre de 2015), es necesario mirar los valores positivos que viven
y proponen y que son fuentes de esperanza»
Vídeo completo traducido al español de
la catequesis en italiano del Papa
28 de octubre de 2015.- (13 TV / Radio Vaticano / Camino Católico) La audiencia general de esta semana ha sido una
audiencia interreligiosa para conmemorar los 50 años de la declaración
conciliar Nostra aetate, sobre las relaciones de la Iglesia católica con las
religiones no cristianas. Por ello, tras el habitual recorrido del Santo Padre
por la plaza de san Pedro y antes de la catequesis, han tomado la palabra el
cardenal Tauran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo
Interreligioso y el cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo
para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
Estaban presentes en la plaza los participantes del
Congreso Internacional sobre la Nostra aetate que se está celebrando en la Pontificia
Universidad Gregoriana en Roma y representantes de varias religiones.
El purpurado francés ha dado al Papa las gracias “por
su luminoso testimonio que nos anima a seguir sobre el camino del diálogo
interreligioso, yendo al encuentro con los otros creyentes con una clara
conciencia de nuestra identidad, pero con un espíritu de gran respeto, estima y
amistad, listos para trabajar juntos con quien reza y piensa de manera diferente a la
nuestra”. También le ha agradecido “sus incesantes e
incansables invitaciones, dirigidas a nosotros creyentes y a todos los hombres
y mujeres de buena voluntad, a trabajar por la paz en el mundo eliminando las
injusticias y las desigualdades, y a cuidar nuestra casa común”.
Por su parte, el cardenal Koch ha asegurado que en
nuestros días, en un momento en el que surgen lamentablemente nuevas oleadas de
antisemitismo, “usted, Santo Padre, recuerda incesantemente a los
cristianos que es imposible ser al mismo tiempo cristiano y antisemita”. Por
eso, ha querido darle las gracias por su “mensaje inequívoco y por la
benevolencia que siempre ha mostrado hacia nuestros hermanos y hermanas
judíos”.
“El Señor desea que todos los hombres se reconozcan
hermanos y vivan como tales, formando la gran familia humana en la armonía de
la diversidad”, ha afirmado Francisco en la
catequesis. También ha reflexionado asegurando que "a causa de la
violencia y del terrorismo se ha difundido una actitud de sospecha y hasta de
condena de las religiones… Es necesario mirar los valores positivos que estas
viven y proponen y que son fuente de esperanza". En el vídeo se
visualiza y escucha toda la catequesis, cuyotexto completo es el siguiente:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En las Audiencias generales hay a menudo personas o
grupos pertenecientes a otras religiones; pero hoy esta presencia es del todo
particular, para recordar juntos el 50º aniversario de la Declaración del
Concilio Vaticano II Nostra aetate sobre las relaciones de la Iglesia Católica con
las religiones no cristianas. Este tema estaba fuertemente en el corazón del
beato Papa Pablo VI, que en la fiesta de Pentecostés del año anterior al final
del Concilio había instituido el Secretariado para los no cristianos, hoy
Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso. Expreso por eso mi gratitud
y mi calurosa bienvenida a personas y grupos de diferentes religiones, que hoy
han querido estar presentes, especialmente a quienes vienen de lejos.
El Concilio Vaticano II ha sido un tiempo
extraordinario de reflexión, diálogo y oración para renovar la mirada de la
Iglesia Católica sobre sí misma y sobre el mundo. Una lectura de los signos de
los tiempos en miras a una actualización orientada a una doble fidelidad:
fidelidad a la tradición eclesial y fidelidad a la historia de los hombres y
mujeres de nuestro tiempo. De hecho Dios, que se ha revelado en la creación y
en la historia, que ha hablado por medio de los profetas y completamente en su
Hijo hecho hombre (cfr Heb 1,1), se dirige al corazón y al espíritu de cada
ser humano que busca la verdad y los caminos para practicarla.
El mensaje de la Declaración Nostra aetate es
siempre actual. Recuerdo brevemente algunos puntos:
·
La creciente interdependencia de los
pueblos ( cfr n. 1);
·
La búsqueda humana de un sentido de la
vida, del sufrimiento, de la muerte, preguntas que siempre acompañan nuestro
camino (cfr n.1);
·
El origen común y el destino común de la
humanidad (cfr n. 1);
·
La unicidad de la familia humana (cfr n.
1);
·
Las religiones como búsqueda de Dios o
del Absoluto, en el interior de las varias etnias y culturas (cfr n. 1);
·
La mirada benévola y atenta de la
Iglesia sobre las religiones: ella no rechaza nada de lo que en estas
religiones hay de bello y verdadero (cfr n. 2);
·
La Iglesia mira con estima los creyentes
de todas las religiones, apreciando su compromiso espiritual y moral (cfr n.
3);
·
La Iglesia abierta al diálogo con todos,
y al mismo tiempo fiel a la verdad en la que cree, por comenzar en aquella que
la salvación ofrecida a todos tiene su origen en Jesús, único salvador, y que
el Espíritu Santo está a la obra, fuente de paz y amor.
Son tantos los eventos, las iniciativas, las
relaciones institucionales o personales con las religiones no cristianas de
estos últimos cincuenta años, y es difícil recordar todos. Un hecho particularmente
significativo ha sido el Encuentro de Asís del 27 de octubre de 1986. Este fue
querido y promovido por san Juan Pablo II, quien un año antes, es decir hace
treinta años, dirigiéndose a los jóvenes musulmanes en Casablanca deseaba que
todos los creyentes en Dios favorecieran la amistad y la unión entre los
hombres y los pueblos (19 de agosto de 1985). La llama, encendida en Asís, se
ha extendido en todo el mundo y constituye un signo permanente de esperanza.
Una especial gratitud a Dios merece la verdadera y
propia transformación que ha tenido en estos 50 años la relación entre
cristianos y judíos. Indiferencia y oposición se transformaron en colaboración
y benevolencia. De enemigos y extraños nos hemos transformado en amigos y
hermanos. El Concilio, con la Declaración Nostra aetate,
ha trazado el camino: “si” al redescubrimiento de las raíces judías del
cristianismo; “no” a cualquier forma de antisemitismo y condena de todo
insulto,discriminación
y persecución que se derivan. El conocimiento, el respeto y la estima mutua
constituyen el camino que, si vale en modo peculiar para la relación con los
judíos, vale análogamente también para la relación con las otras religiones.
Pienso en particular en los musulmanes, que -como recuerda el Concilio- «adoran
al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y omnipotente, creador
del cielo y de la tierra, que ha hablado a los hombres» (Nostra aetate,
5). Ellos se refieren a la paternidad de Abraham, veneran a Jesús como profeta,
honran a su Madre virgen, María, esperan el día del juicio, y practican la
oración, la limosna y el ayuno (cfr ibid).
El diálogo que necesitamos no puede ser sino abierto y
respetuoso, y entonces se revela fructífero. El respeto recíproco es condición
y, al mismo tiempo, fin del diálogo interreligioso: respetar el derecho de
otros a la vida, a la integridad física, a las libertades fundamentales, es
decir a la libertad de conciencia, de pensamiento, de expresión y de religión.
El mundo nos mira a nosotros los creyentes, nos
exhorta a colaborar entre nosotros y con los hombres y las mujeres de buena
voluntad que no profesan alguna religión, nos pide respuestas efectivas sobre
numerosos temas: la paz, el hambre, la miseria que aflige a millones de
personas, la crisis ambiental, la violencia, en particular aquella cometida en
nombre de la religión, la corrupción, el degrado moral, la crisis de la
familia, de la economía, de las finanzas y sobre todo de la esperanza. Nosotros
creyentes no tenemos recetas para estos problemas, pero tenemos un gran
recurso: la oración. Y nosotros creyentes rezamos, debemos rezar. La oración es
nuestro tesoro, a la que nos acercamos según nuestras respectivas tradiciones,
para pedir los dones que anhela la humanidad.
A causa de la violencia y del terrorismo se ha
difundido una actitud de sospecha o incluso de condena de las religiones. En
realidad, aunque ninguna religión es inmune del riesgo de desviaciones
fundamentalistas o extremistas en individuos o grupos (cfr Discurso al Congreso
EEUU, 24 de septiembre de 2015), es necesario mirar los valores positivos que
viven y proponen y que son fuentes de esperanza. Se trata de alzar la mirada
para ir más allá. El diálogo basado sobre el confiado respeto puede llevar
semillas de bien que se transforman en brotes de amistad y de colaboración en
tantos campos, y sobre todo
en el servicio a los pobres, a los pequeños, a los ancianos, en la acogida de
los migrantes, en la atención a quien es excluido. Podemos caminar juntos
cuidando los unos de los otros y de lo creado. Todos los creyentes de cada
religión. Juntos podemos alabar al Creador por habernos dado el jardín del
mundo para cultivar y cuidar como bien común, y podemos realizar proyectos
compartidos para combatir la pobreza y asegurar a cada hombre y mujer condiciones
de vida dignas.
El Jubileo Extraordinario de la Misericordia, que está
delante de nosotros, es una ocasión propicia para trabajar juntos en el campo
de las obras de caridad. Y en este campo, donde cuenta sobretodo la compasión,
pueden unirse a nosotros tantas personas que no se sienten creyentes o que
están en búsqueda de Dios y de la verdad, personas que ponen al centro el
rostro del otro, en particular el rostro del hermano y de la hermana
necesitados. Pero la misericordia a la cual somos llamados abraza a todo el
creado, que Dios nos ha confiado para ser cuidadores y no explotadores, o peor
todavía, destructores. Debemos siempre proponernos dejar el mundo mejor de como
lo hemos encontrado (cfr Enc. Laudato
si’, 194), a partir del ambiente en el cual
vivimos, de nuestros pequeños gestos de nuestra vida cotidiana.
Queridos hermanos y hermanas, en cuanto al futuro del
diálogo interreligioso, la primera cosa que debemos hacer es rezar. Y rezar los
unos por los otros, somos hermanos. Sin el Señor, nada es posible; con Él,
¡todo se convierte! Que nuestra oración pueda, cada uno según la propia
tradición, pueda adherirse plenamente a la voluntad de Dios, quien desea que
todos los hombres se reconozcan hermanos y vivan como tal, formando la gran
familia humana en la armonía de la diversidad. Gracias.
(El Papa ha dicho en español:)
Vídeo fragmento de las palabras en
español del Papa
Queridos hermanos y hermanas:
Doy la bienvenida y agradezco a todas las personas y
grupos de diversas religiones presentes en este encuentro para recordar juntos
el 50 aniversario de la Declaración del Concilio Vaticano II Nostra aetate
sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas. Con este
importante documento, la Iglesia manifestaba su aprecio y estima por los
creyentes de todas las religiones y todo lo que de bueno y de hermoso hay en
ellas. En estos últimos años han sido numerosas las iniciativas, las relaciones
institucionales o personales con las religiones no cristianas, encaminadas a
promover la amistad y la unión entre los hombres. El Señor desea que todos los
hombres se reconozcan hermanos y vivan como tales, formando la gran familia
humana en la armonía de la diversidad.
El mundo nos mira a nosotros los creyentes, nos llama
a colaborar entre nosotros y con los hombres y las mujeres de buena voluntad
que no profesan alguna religión. Es importante continuar con un diálogo
interreligioso abierto y respetuoso, que ayude a conocerse más y afrontar
juntos muchos de los problemas que afligen a la humanidad, como el servicio a
los pobres, a los excluidos, a los ancianos, la acogida a los emigrantes, el
cuidado de la creación, así como asegurar a todas las personas una vida más
digna. Debemos dejar un mundo mejor de cómo lo hemos encontrado. Y para
favorecer este diálogo lo más importante que podemos hacer es rezar. Cada uno
rece según la propia religión. Con el Señor todo es posible.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua
española, en particular a los participantes en el V Congreso de la Fundación
Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, que se celebra en Madrid, así como a los grupos
venidos de España y Latinoamérica. Muchas gracias.
(El Papa ha añadido saludando en otros idiomas:)
Queridos hermanos y hermanas:
Dirijo un pensamiento especial a los jóvenes, a los
enfermos y a los esposos recién casados. Un especial saludo a los valientes. Al
concluir el mes de octubre invoquemos a María, la Madre de Jesús. Queridos
jóvenes, aprendan a rezarle con el rezo sencillo y eficaz del Rosario. Queridos
enfermos, que la Virgen los sostenga en la prueba del dolor. Queridos recién
casados, ¡imiten su amor a Dios y a los hermanos!
Francisco