lunes, 5 de diciembre de 2016

Papa Francisco sobre el Diálogo Interreligioso



Papa Francisco en la Audiencia General: «Para favorecer el diálogo interreligioso lo que podemos hacer es rezar. Con el Señor todo es posible»
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* «A causa de la violencia y del terrorismo se ha difundido una actitud de sospecha o incluso de condena de las religiones. En realidad, aunque ninguna religión es inmune del riesgo de desviaciones fundamentalistas o extremistas en individuos o grupos (cfr Discurso al Congreso EEUU, 24 de septiembre de 2015), es necesario mirar los valores positivos que viven y proponen y que son fuentes de esperanza»
Vídeo completo traducido al español de la catequesis en italiano del Papa 
28 de octubre de 2015.- (13 TV / Radio Vaticano / Camino Católico)  La audiencia general de esta semana ha sido una audiencia interreligiosa para conmemorar los 50 años de la declaración conciliar Nostra aetate, sobre las relaciones de la Iglesia católica con las religiones no cristianas. Por ello, tras el habitual recorrido del Santo Padre por la plaza de san Pedro y antes de la catequesis, han tomado la palabra el cardenal Tauran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso y el cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
Estaban presentes en la plaza los participantes del Congreso Internacional sobre la Nostra aetate que se está celebrando en la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma y representantes de varias religiones.
El purpurado francés ha dado al Papa las gracias “por su luminoso testimonio que nos anima a seguir sobre el camino del diálogo interreligioso, yendo al encuentro con los otros creyentes con una clara conciencia de nuestra identidad, pero con un espíritu de gran respeto, estima y amistad, listos para trabajar juntos con quien reza y piensa de manera diferente a la nuestra”. También le ha agradecido “sus incesantes e incansables invitaciones, dirigidas a nosotros creyentes y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a trabajar por la paz en el mundo eliminando las injusticias y las desigualdades, y a cuidar nuestra casa común”.
Por su parte, el cardenal Koch ha asegurado que en nuestros días, en un momento en el que surgen lamentablemente nuevas oleadas de antisemitismo, “usted, Santo Padre, recuerda incesantemente a los cristianos que es imposible ser al mismo tiempo cristiano y antisemita”. Por eso, ha querido darle las gracias por su “mensaje inequívoco y por la benevolencia que siempre ha mostrado hacia nuestros hermanos y hermanas judíos”.
“El Señor desea que todos los hombres se reconozcan hermanos y vivan como tales, formando la gran familia humana en la armonía de la diversidad”, ha afirmado Francisco en la catequesis. También ha reflexionado asegurando que "a causa de la violencia y del terrorismo se ha difundido una actitud de sospecha y hasta de condena de las religiones… Es necesario mirar los valores positivos que estas viven y proponen y que son fuente de esperanza". En el vídeo se visualiza y escucha toda la catequesis, cuyotexto completo es el siguiente:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En las Audiencias generales hay a menudo personas o grupos pertenecientes a otras religiones; pero hoy esta presencia es del todo particular, para recordar juntos el 50º aniversario de la Declaración del Concilio Vaticano II Nostra aetate sobre las relaciones de la Iglesia Católica con las religiones no cristianas. Este tema estaba fuertemente en el corazón del beato Papa Pablo VI, que en la fiesta de Pentecostés del año anterior al final del Concilio había instituido el Secretariado para los no cristianos, hoy Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso. Expreso por eso mi gratitud y mi calurosa bienvenida a personas y grupos de diferentes religiones, que hoy han querido estar presentes, especialmente a quienes vienen de lejos.
El Concilio Vaticano II ha sido un tiempo extraordinario de reflexión, diálogo y oración para renovar la mirada de la Iglesia Católica sobre sí misma y sobre el mundo. Una lectura de los signos de los tiempos en miras a una actualización orientada a una doble fidelidad: fidelidad a la tradición eclesial y fidelidad a la historia de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. De hecho Dios, que se ha revelado en la creación y en la historia, que ha hablado por medio de los profetas y completamente en su Hijo hecho hombre (cfr Heb 1,1), se dirige al corazón y al espíritu de cada ser humano que busca la verdad y los caminos para practicarla.
El mensaje de la Declaración Nostra aetate es siempre actual. Recuerdo brevemente algunos puntos:
·         La creciente interdependencia de los pueblos ( cfr n. 1);
·         La búsqueda humana de un sentido de la vida, del sufrimiento, de la muerte, preguntas que siempre acompañan nuestro camino (cfr n.1);
·         El origen común y el destino común de la humanidad (cfr n. 1);
·         La unicidad de la familia humana (cfr n. 1);
·         Las religiones como búsqueda de Dios o del Absoluto, en el interior de las varias etnias y culturas (cfr n. 1);
·         La mirada benévola y atenta de la Iglesia sobre las religiones: ella no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de bello y verdadero (cfr n. 2);
·         La Iglesia mira con estima los creyentes de todas las religiones, apreciando su compromiso espiritual y moral (cfr n. 3);
·         La Iglesia abierta al diálogo con todos, y al mismo tiempo fiel a la verdad en la que cree, por comenzar en aquella que la salvación ofrecida a todos tiene su origen en Jesús, único salvador, y que el Espíritu Santo está a la obra, fuente de paz y amor.
Son tantos los eventos, las iniciativas, las relaciones institucionales o personales con las religiones no cristianas de estos últimos cincuenta años, y es difícil recordar todos. Un hecho particularmente significativo ha sido el Encuentro de Asís del 27 de octubre de 1986. Este fue querido y promovido por san Juan Pablo II, quien un año antes, es decir hace treinta años, dirigiéndose a los jóvenes musulmanes en Casablanca deseaba que todos los creyentes en Dios favorecieran la amistad y la unión entre los hombres y los pueblos (19 de agosto de 1985). La llama, encendida en Asís, se ha extendido en todo el mundo y constituye un signo permanente de esperanza.
Una especial gratitud a Dios merece la verdadera y propia transformación que ha tenido en estos 50 años la relación entre cristianos y judíos. Indiferencia y oposición se transformaron en colaboración y benevolencia. De enemigos y extraños nos hemos transformado en amigos y hermanos. El Concilio, con la Declaración Nostra aetate, ha trazado el camino: “si” al redescubrimiento de las raíces judías del cristianismo; “no” a cualquier forma de antisemitismo y condena de todo insulto,discriminación y persecución que se derivan. El conocimiento, el respeto y la estima mutua constituyen el camino que, si vale en modo peculiar para la relación con los judíos, vale análogamente también para la relación con las otras religiones. Pienso en particular en los musulmanes, que -como recuerda el Concilio- «adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y omnipotente, creador del cielo y de la tierra, que ha hablado a los hombres» (Nostra aetate, 5). Ellos se refieren a la paternidad de Abraham, veneran a Jesús como profeta, honran a su Madre virgen, María, esperan el día del juicio, y practican la oración, la limosna y el ayuno (cfr ibid).
El diálogo que necesitamos no puede ser sino abierto y respetuoso, y entonces se revela fructífero. El respeto recíproco es condición y, al mismo tiempo, fin del diálogo interreligioso: respetar el derecho de otros a la vida, a la integridad física, a las libertades fundamentales, es decir a la libertad de conciencia, de pensamiento, de expresión y de religión.
El mundo nos mira a nosotros los creyentes, nos exhorta a colaborar entre nosotros y con los hombres y las mujeres de buena voluntad que no profesan alguna religión, nos pide respuestas efectivas sobre numerosos temas: la paz, el hambre, la miseria que aflige a millones de personas, la crisis ambiental, la violencia, en particular aquella cometida en nombre de la religión, la corrupción, el degrado moral, la crisis de la familia, de la economía, de las finanzas y sobre todo de la esperanza. Nosotros creyentes no tenemos recetas para estos problemas, pero tenemos un gran recurso: la oración. Y nosotros creyentes rezamos, debemos rezar. La oración es nuestro tesoro, a la que nos acercamos según nuestras respectivas tradiciones, para pedir los dones que anhela la humanidad.
A causa de la violencia y del terrorismo se ha difundido una actitud de sospecha o incluso de condena de las religiones. En realidad, aunque ninguna religión es inmune del riesgo de desviaciones fundamentalistas o extremistas en individuos o grupos (cfr Discurso al Congreso EEUU, 24 de septiembre de 2015), es necesario mirar los valores positivos que viven y proponen y que son fuentes de esperanza. Se trata de alzar la mirada para ir más allá. El diálogo basado sobre el confiado respeto puede llevar semillas de bien que se transforman en brotes de amistad y de colaboración en tantos campos, y sobre todo en el servicio a los pobres, a los pequeños, a los ancianos, en la acogida de los migrantes, en la atención a quien es excluido. Podemos caminar juntos cuidando los unos de los otros y de lo creado. Todos los creyentes de cada religión. Juntos podemos alabar al Creador por habernos dado el jardín del mundo para cultivar y cuidar como bien común, y podemos realizar proyectos compartidos para combatir la pobreza y asegurar a cada hombre y mujer condiciones de vida dignas.
El Jubileo Extraordinario de la Misericordia, que está delante de nosotros, es una ocasión propicia para trabajar juntos en el campo de las obras de caridad. Y en este campo, donde cuenta sobretodo la compasión, pueden unirse a nosotros tantas personas que no se sienten creyentes o que están en búsqueda de Dios y de la verdad, personas que ponen al centro el rostro del otro, en particular el rostro del hermano y de la hermana necesitados. Pero la misericordia a la cual somos llamados abraza a todo el creado, que Dios nos ha confiado para ser cuidadores y no explotadores, o peor todavía, destructores. Debemos siempre proponernos dejar el mundo mejor de como lo hemos encontrado (cfr Enc. Laudato si’, 194), a partir del ambiente en el cual vivimos, de nuestros pequeños gestos de nuestra vida cotidiana.
Queridos hermanos y hermanas, en cuanto al futuro del diálogo interreligioso, la primera cosa que debemos hacer es rezar. Y rezar los unos por los otros, somos hermanos. Sin el Señor, nada es posible; con Él, ¡todo se convierte! Que nuestra oración pueda, cada uno según la propia tradición, pueda adherirse plenamente a la voluntad de Dios, quien desea que todos los hombres se reconozcan hermanos y vivan como tal, formando la gran familia humana en la armonía de la diversidad. Gracias. 
 (El Papa ha dicho en español:)
Vídeo fragmento de las palabras en español del Papa
Queridos hermanos y hermanas:
Doy la bienvenida y agradezco a todas las personas y grupos de diversas religiones presentes en este encuentro para recordar juntos el 50 aniversario de la Declaración del Concilio Vaticano II Nostra aetate sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas. Con este importante documento, la Iglesia manifestaba su aprecio y estima por los creyentes de todas las religiones y todo lo que de bueno y de hermoso hay en ellas. En estos últimos años han sido numerosas las iniciativas, las relaciones institucionales o personales con las religiones no cristianas, encaminadas a promover la amistad y la unión entre los hombres. El Señor desea que todos los hombres se reconozcan hermanos y vivan como tales, formando la gran familia humana en la armonía de la diversidad.
El mundo nos mira a nosotros los creyentes, nos llama a colaborar entre nosotros y con los hombres y las mujeres de buena voluntad que no profesan alguna religión. Es importante continuar con un diálogo interreligioso abierto y respetuoso, que ayude a conocerse más y afrontar juntos muchos de los problemas que afligen a la humanidad, como el servicio a los pobres, a los excluidos, a los ancianos, la acogida a los emigrantes, el cuidado de la creación, así como asegurar a todas las personas una vida más digna. Debemos dejar un mundo mejor de cómo lo hemos encontrado. Y para favorecer este diálogo lo más importante que podemos hacer es rezar. Cada uno rece según la propia religión. Con el Señor todo es posible.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los participantes en el V Congreso de la Fundación Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, que se celebra en Madrid, así como a los grupos venidos de España y Latinoamérica. Muchas gracias.
 (El Papa ha añadido saludando en otros idiomas:)
Queridos hermanos y hermanas:
Dirijo un pensamiento especial a los jóvenes, a los enfermos y a los esposos recién casados. Un especial saludo a los valientes. Al concluir el mes de octubre invoquemos a María, la Madre de Jesús. Queridos jóvenes, aprendan a rezarle con el rezo sencillo y eficaz del Rosario. Queridos enfermos, que la Virgen los sostenga en la prueba del dolor. Queridos recién casados, ¡imiten su amor a Dios y a los hermanos!

Francisco

LA IGLESIA CATÓLICA Y LA IGLESIA LUTERANA

la Iglesia Católica y la Iglesia Luterana
Principio del formulario
Final del formulario
El Papa firma la Declaración. Foto: L'Osservatore Romano
“Exhortamos a todas las comunidades y parroquias Luteranas y Católicas a que sean valientes, creativas, alegres y que tengan esperanza en su compromiso para continuar el gran itinerario que tenemos ante nosotros”, dice el texto.Lund, 31 Oct. 16 / 10:44 am (ACI).- El Papa Francisco y el Obispo Munib Yunan, Presidente de la Federación Mundial Luterana firmaron una declaración conjunta al término de la oración conjunta que celebraron en la catedral luterana de Lund el primer día de la visita del Pontífice a Suecia.
A continuación, el texto completo de la Declaración:
«Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí» (Jn 15,4).
Con corazones agradecidos
Con esta Declaración Conjunta, expresamos gratitud gozosa a Dios por este momento de oración en común en la Catedral de Lund, cuando comenzamos el año en el que se conmemora el quinientos aniversario de la Reforma. Los cincuenta años de constante y fructuoso diálogo ecuménico entre Católicos y Luteranos nos ha ayudado a superar muchas diferencias, y ha hecho más profunda nuestra mutua comprensión y confianza. Al mismo tiempo, nos hemos acercado más unos a otros a través del servicio al prójimo, a menudo en circunstancias de sufrimiento y persecución. A través del diálogo y el testimonio compartido, ya no somos extraños. Más bien, hemos aprendido que lo que nos une es más de lo que nos divide.
Pasar del conflicto a la comunión
Aunque estamos agradecidos profundamente por los dones espirituales y teológicos recibidos a través de la Reforma, también reconocemos y lamentamos ante Cristo que Luteranos y Católicos hayamos dañado la unidad vivible de la Iglesia. Las diferencias teológicas estuvieron acompañadas por el prejuicio y por los conflictos, y la religión fue instrumentalizada con fines políticos. Nuestra fe común en Jesucristo y nuestro bautismo nos pide una conversión permanente, para que dejemos atrás los desacuerdos históricos y los conflictos que obstruyen el ministerio de la reconciliación. Aunque el pasado no puede ser cambiado, lo que se recuerda y cómo se recuerda, puede ser trasformado. Rezamos por la curación de nuestras heridas y de la memoria, que nublan nuestra visión recíproca. Rechazamos de manera enérgica todo odio y violencia, pasada y presente, especialmente la cometida en nombre de la religión. Hoy, escuchamos el mandamiento de Dios de dejar de lado cualquier conflicto. Reconocemos que somos liberados por gracia para caminar hacia la comunión, a la que Dios nos llama constantemente.
Nuestro compromiso para un testimonio común
A medida que avanzamos en esos episodios de la historia que nos pesan, nos comprometemos a testimoniar juntos la gracia misericordiosa de Dios, hecha visible en Cristo crucificado y resucitado. Conscientes de que el modo en que nos relacionamos unos con otros da forma a nuestro testimonio del Evangelio, nos comprometemos a seguir creciendo en la comunión fundada en el Bautismo, mientras intentamos quitar los obstáculos restantes que nos impiden alcanzar la plena unidad. Cristo desea que seamos uno, para que el mundo crea (cf. Jn 17,21).
Muchos miembros de nuestras comunidades anhelan recibir la Eucaristía en una mesa, como expresión concreta de la unidad plena. Sentimos el dolor de los que comparten su vida entera, pero no pueden compartir la presencia redentora de Dios en la mesa de la Eucaristía. Reconocemos nuestra conjunta responsabilidad pastoral para responder al hambre y sed espiritual de nuestro pueblo con el fin de ser uno en Cristo. Anhelamos que sea sanada esta herida en el Cuerpo de Cristo. Este es el propósito de nuestros esfuerzos ecuménicos, que deseamos que progresen, también con la renovación de nuestro compromiso en el diálogo teológico.
Pedimos a Dios que Católicos y Luteranos sean capaces de testimoniar juntos el Evangelio de Jesucristo, invitando a la humanidad a escuchar y recibir la buena noticia de la acción redentora de Dios. Pedimos a Dios inspiración, impulso y fortaleza para que podamos seguir juntos en el servicio, defendiendo los derechos humanos y la dignidad, especialmente la de los pobres, trabajando por la justicia y rechazando toda forma de violencia. Dios nos convoca para estar cerca de todos los que anhelan dignidad, justicia, paz y reconciliación. Hoy, en particular, elevamos nuestras voces para que termine la violencia y el radicalismo, que afecta a muchos países y comunidades, y a innumerables hermanos y hermanas en Cristo. Nosotros, Luteranos y Católicos, instamos a trabajar conjuntamente para acoger al extranjero, para socorrer las necesidades de los que son forzados a huir a causa de la guerra y la persecución, y para defender los derechos de los refugiados y de los que buscan asilo.
Hoy más que nunca, comprendemos que nuestro servicio conjunto en este mundo debe extenderse a la creación de Dios, que sufre explotación y los efectos de la codicia insaciable. Reconocemos el derecho de las generaciones futuras a gozar de lo creado por Dios con todo su potencial y belleza. Rogamos por un cambio de corazón y mente que conduzca a una actitud amorosa y responsable en el cuidado de la creación.
Uno en Cristo
En esta ocasión propicia, manifestamos nuestra gratitud a nuestros hermanos y hermanas, representantes de las diferentes Comunidades y Asociaciones Cristianas Mundiales, que están presentes y quienes se unen a nosotros en oración. Al comprometernos de nuevo a pasar del conflicto a la comunión, lo hacemos como parte del único Cuerpo de Cristo, en el que estamos incorporados por el Bautismo. Invitamos a nuestros interlocutores ecuménicos para que nos recuerden nuestros compromisos y para animarnos. Les pedimos que sigan rezando por nosotros, que caminen con nosotros, que nos sostengan viviendo los compromisos de oración que manifestamos hoy.
Exhortación a los Católicos y Luteranos del mundo entero

Exhortamos a todas las comunidades y parroquias Luteranas y Católicas a que sean valientes, creativas, alegres y que tengan esperanza en su compromiso para continuar el gran itinerario que tenemos ante nosotros. En vez de los conflictos del pasado, el don de Dios de la unidad entre nosotros guiará la cooperación y hará más profunda nuestra solidaridad. Nosotros, Católicos y Luteranos, acercándonos en la fe a Cristo, rezando juntos, escuchándonos unos a otros, y viviendo el amor de Cristo en nuestras relaciones, nos abrimos al poder de Dios Trino. Fundados en Cristo y dando testimonio de él, renovamos nuestra determinación para ser fieles heraldos del amor infinito de Dios para toda la humanidad.