Algunos frutos del
diálogo intra-religioso.
-Vivido
con humildad, el diálogo intra-religioso nos lleva a una profundización de la
propia fe. Nos hace repensar nuestra fe.
Este nuevo paradigma interreligioso interpela de modo especial a los teólogos para que revisen todo el pensamiento anterior.
-Nos
invita a una renovación en la manera en que vivimos los ritos y de la forma en que
exponemos el mensaje esencial de cada tradición.
-Nos
obliga a volver a comenzar siempre. Nos enseña que quizás una práctica
coherente es más importante que una profesión de fe correcta (Un Roshi decía veo tu fe en tu forma de
respirar. La fe no solo consiste en una gran convicción, es una actitud de
confianza total que traspasa toda nuestra persona).
-Nos
conduce a la contemplación: nos invita a redescubrir a los místicos, nos anima a emprender
una oración que vaya más allá de palabras y conceptos, nos abre a la dimensión
del misterio, a la importancia de lo no discursivo y del silencio, nos muestra
la tradición apofática.
-Pone
en manifiesto la
relatividad de las palabras que utilizamos para expresar la propia experiencia
espiritual.
-Nos conduce a
una oración vivida conjuntamente.
-El
contacto con otras
tradiciones, en especial con las orientales, nos invita a descubrir o a redescubrir nuestro cuerpo
como lugar de espiritualidad, a potenciar una antropología que enfatice el papel
del cuerpo en el camino espiritual y una conexión más respetuosa y justa con la
naturaleza.
-Nos
permite superar una
visión de las Iglesias demasiado institucional y centrada en sí misma, que nos
puede separar de las verdaderas interpelaciones del mundo actual en su
diversidad.
-Nos invita a reconocer la acción del
Espíritu más allá de la Iglesias.
-Pone
en marcha un proceso de despojamiento, de transformación y finalmente de
unificación cuando llegamos al corazón de la propia tradición.
-Nos
ayuda a acoger nuestras fragilidades, lo cual, al mismo tiempo, refuerza la
humildad.
-Nos ayuda a conocernos mejor, ya que es
ante la mirada de los demás como podemos encontrarnos.
Pedro Álvarez Tejerina
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