domingo, 17 de julio de 2016

frutos del diálogo intra-religioso

Algunos frutos del diálogo intra-religioso.

         -Vivido con humildad, el diálogo intra-religioso nos lleva a una profundización de la propia fe. Nos hace repensar nuestra fe. Este nuevo paradigma interreligioso interpela de modo especial a los teólogos para que revisen todo el pensamiento anterior. 

         -Nos invita a una renovación en la manera en que vivimos los ritos y de la forma en que exponemos el mensaje esencial de cada tradición.

         -Nos obliga a volver a comenzar siempre. Nos enseña que quizás una práctica coherente es más importante que una profesión de fe correcta (Un Roshi decía veo tu fe en tu forma de respirar. La fe no solo consiste en una gran convicción, es una actitud de confianza total que traspasa toda nuestra persona).

         -Nos conduce a la contemplación: nos invita a redescubrir a los místicos, nos anima a emprender una oración que vaya más allá de palabras y conceptos, nos abre a la dimensión del misterio, a la importancia de lo no discursivo y del silencio, nos muestra la tradición apofática.

         -Pone en manifiesto la relatividad de las palabras que utilizamos para expresar la propia experiencia espiritual.

           -Nos conduce a una oración vivida conjuntamente.

        -El contacto con otras tradiciones, en especial con las orientales, nos invita a descubrir o a redescubrir nuestro cuerpo como lugar de espiritualidad, a potenciar una antropología que enfatice el papel del cuerpo en el camino espiritual y una conexión más respetuosa y justa con la naturaleza.

      -Nos permite superar una visión de las Iglesias demasiado institucional y centrada en sí misma, que nos puede separar de las verdaderas interpelaciones del mundo actual en su diversidad.
  
         -Nos invita a reconocer la acción del Espíritu más allá de la Iglesias.

         -Pone en marcha un proceso de despojamiento, de transformación y finalmente de unificación cuando llegamos al corazón de la propia tradición.
    
     -Nos ayuda a acoger nuestras fragilidades, lo cual, al mismo tiempo, refuerza la humildad.


         -Nos ayuda a conocernos mejor, ya que es ante la mirada de los demás como podemos encontrarnos. 

                                                          Pedro Álvarez Tejerina

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