CRÓNICA DEL
ENCUENTRO INTERRELIGIOSO DEL 13 DE ABRIL DEL 2013 ORGANIZADO POR LA COMISIÓN
IBÉRICA DEL DIM
La mañana
amanece espléndida. Es el primer día de primavera en que el sol reina en
solitario en el cielo azul y también es la primera vez que los amigos del
monasterio benedictino de Santa María de Carbajal acudimos al encuentro
interreligioso, en esta ocasión con nuestros hermanos sufís, organizado por la
Comisión Ibérica del DIM.
Una gran
puerta de hierro gris parece nuestro destino, llamamos al telefonillo.
—Casa de las Operarias
Parroquiales, ¿qué desean?
—Venimos al encuentro interr…
Los
monjes de la Comisión nos reciben sonrientes y agradecidos, quizás, por la
aportación de los laicos a esta jornada. Asistimos miembros del Carmelo Ecuménico,
la Fraternidad del monasterio cisterciense de Santa María de Huerta, la Asociación
para el Diálogo Interreligioso de Madrid, el grupo que forman las religiosas
Misioneras de la Unidad y sus asociados, y también personas con un interés
personal en el entendimiento entre las religiones. Y por supuesto los invitados
de honor, los hermanos sufís de la Orden Naqshbandi en España.
Un
hermoso jardín con manzanos y perales en flor, margaritas y setos de boj nos
sorprenden, pero no es posible detenernos mucho tiempo, el banquete eucarístico
nos espera. Hacemos memoria del Papa San Martín I. La proclamación del
evangelio nos llena de valor para nuestro osado propósito: los apóstoles están
llenos de miedo y Jesús se les aparece y dice: “Soy yo, no temáis”.
D. Manuel
Barrios, Presidente del Secretariado de relaciones interconfesionales de la
Conferencia Episcopal Española, es el encargado de introducirnos en el esencial
y difícil tema de cómo acercarnos al diálogo interreligioso desde la
centralidad de Jesucristo. Utiliza para su reflexión una alocución de monseñor
Ángelo Amato, Arzobispo Secretario de la Congregación para la Doctrina de la
Fe, con el título: “La Dominus Jesús y las religiones”.
El punto
de partida es la relación entre los creyentes de las distintas religiones y el
misterio salvífico de Cristo y su Iglesia. Existen tres modelos de
entendimiento: el exclusivista que entiende que fuera de la Iglesia no existe
salvación, el inclusivista —confirmado por la Declaración Dominus Jesús— que
establece que Jesús es el salvador único y universal y su Iglesia es el único
sacramento de salvación y que por caminos que solo Dios conoce alcanza a los
practicantes de otras religiones, y la pluralista que defiende que todas las
religiones son queridas por Dios y son caminos de salvación.
La voluntad salvífica universal
de Dios es clara, es un don del Dios Trinidad que se expande a la humanidad
haciendo posible a todos los hombres seguir la verdad y obrar el bien. Los
caminos de salvación para los no creyentes son la obediencia a la recta
conciencia y su coherencia con la vida.
El
diálogo interreligioso se incluye dentro de la misión ad gentes de la Iglesia y
se fundamenta en la común pertenencia a la raza humana, con una esencial
dimensión espiritual.
Puede
revestir diversas formas, una es el “diálogo de la caridad”: bien mediante una
“vida” sencilla de apertura y respeto al otro, bien mediante la “colaboración”
con diferentes creyentes en la
consecución de la paz, la justicia, la defensa del medio ambiente...
También existe
un “diálogo de la verdad”, que profundiza en las respectivas doctrinas para
poner de relieve los valores presentes en ellas y un “diálogo de la experiencia
religiosa”, cuando los practicantes compartimos las riquezas espirituales.
Para
terminar, D. Manuel nos propone la figura de San Francisco de Asís como modelo
de diálogo interreligioso.
El
coloquio tras la alocución es vivo y salen a flote muchas emociones. Están en
juego la salvación universal, la posibilidad del diálogo y la paz entre los
pueblos, la esperanza nacida de las palabras de la “Nostra Aetate” del Concilio
Vaticano II: “La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones
hay de santo y verdadero”. El mismo
cardenal Amato afirma que la investigación teológica no está detenida, más bien
es invitada a proseguir en su exploración, por ejemplo en la posibilidad y
medida que elementos positivos de otras religiones pueden entrar en el plan
divino de la salvación.
Tras un
breve descanso y tentempié, es Sor Ernestina Álvarez OSB, de León, la que va a
compartir su experiencia en la “oración de Jesús”. Tema especialmente querido
para ella porque, desde hace unos 22 años, es la oración que practica tras leer
el libro del “Peregrino Ruso”.
La
oración de Jesús consiste en la invocación constante de su Nombre: “Señor
Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”. Su origen es el deseo de la
oración continua, la seguridad de que la invocación de su nombre
no se limita a una evocación piadosa sino que actualiza la presencia completa
de su persona en toda su realidad y “la compunción del corazón”, el dolor de
amor que brota de un corazón humilde y contrito que se sabe pecador, pero que
experimenta al mismo tiempo la dulzura y paz de la misericordia divina.
La “técnica”
recomendada consiste en sentarse, inclinar la cabeza hacia el lado del corazón,
concentrar la mente en esa zona, y empezar a pronunciar el nombre de Jesús. La
actividad intelectual se va apaciguando en la medida en que las emociones del
corazón y los pensamientos se van canalizando hacia la repetición del Nombre de
Jesús que se puede unir a la respiración y al latido cardiaco.
Se suele empezar por
la repetición vocal, para pasar después a un nivel mental y cuando se lleva
tiempo, y por don de Dios, se desemboca en la oración del corazón, cuando es el
Espíritu el que pronuncia el nombre de Jesús.
Es una oración
totalmente espiritual sin expresión exterior en la que se hacen realidad las
palabras del Cantar de los Cantares: “Yo dormía pero mi corazón velaba” (Cant
5,2). Lo único que el orante hace es escuchar el corazón que a cada latido
pronuncia el Nombre de Jesús.
Sor Ernestina termina
exponiendo con sencillez lo que para ella supone esta oración y que llama las
seis “pes”: presencia constante de Dios, protección ante mal, perdón seguro de
las faltas, purificación del corazón, paz y proyecto –misión- para la vida.
La respuesta es muy
entusiasta, desde diferentes grupos se pide la conferencia para su publicación
y algunos de los participantes manifiestan su conocimiento, práctica y efectos
de esta oración milenaria en sus vidas.
Para que
todos participemos, Sor Ernestina formula tres preguntas para la reflexión
personal y, tras unos minutos, hacemos una puesta en común, enriqueciéndonos
todos con las respuestas. Después aprovechamos la comida fraterna para
conocernos y recuperar las fuerzas.
La tarde
comienza con la introducción al sufismo, la esencia del islam, a cargo de Abdul
Wahid Martín, representante de la Orden Naqshbandi en España. Abdul nos relata
algo de su historia personal.
De origen
cristiano, en la juventud comienza una búsqueda espiritual que le lleva, entre
otras cosas, a conocer a los benedictinos de Santo Domingo de Silos atraído por
su oración.
Un día siente
una fuerte llamada al Islam en su corazón y aunque se resiste por lo inesperado
y traumático del cambio, la persistencia de la llamada le hace claudicar, y ya
lleva más de dieciocho años feliz en su práctica.
En la
escuela sufí es muy importante la conexión con el maestro, que trasmite
directamente a corazón de sus discípulos una enseñanza especial. Los maestros
sufís se han ido sucediendo unos a otros hasta llegar al Profeta.
Además es
esencial la oración varias veces al día, la purificación, la caridad, el ayuno
en el Ramadán, la peregrinación a la Meca... Jesús, María y los Patriarcas del
Antiguo Testamento no son desconocidos para ellos ya que figuran en el Corán.
El modelo de vida que se recomienda es el familiar y son poco usuales los practicantes
célibes.
Después
de los aplausos hay muchas preguntas, sobre todo referentes al papel de las
mujeres en el Islam, a lo que se responde que más que un tema religioso es
cultural, debido a las costumbres de los países donde el Islam se ha ido
extendiendo.
Durante
toda la jornada los practicantes sufís que nos acompañan, unos diez, se han
mantenido discretos, atentos, en actitud de oración y respeto. Ahora llega su
turno, modificamos la estructura de la sala para empezar el Diker, o meditación
sufí del corazón, con la presencia de músicos y giróvagos.
Al ritmo
de los instrumentos de percusión comienza una oración cantada y repetitiva
dirigida por Abdul. En un momento de la oración una derviche, Sarah de la
Zaouia, empieza su danza, girando y girando en el sentido contrario de las
agujas del reloj, con una mano dirigida hacia al cielo y la otra a la tierra,
haciéndose transmisora de la gracia divina. El ritmo y la intensidad del canto
y la danza nos envuelven a todos.
La
despedida es muy cálida y las caras concentradas de la oración se transforman
en amables y sonrientes. Los abrazos y las buenas palabras acercan los
corazones y eliminan las heridas y distancias creadas por la historia y unas
teologías exclusivistas.
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