domingo, 15 de junio de 2014

CRÓNICA ENCUENTRO DEL DIM 2013


CRÓNICA DEL ENCUENTRO INTERRELIGIOSO DEL 13 DE ABRIL DEL 2013 ORGANIZADO POR LA COMISIÓN IBÉRICA DEL DIM

La mañana amanece espléndida. Es el primer día de primavera en que el sol reina en solitario en el cielo azul y también es la primera vez que los amigos del monasterio benedictino de Santa María de Carbajal acudimos al encuentro interreligioso, en esta ocasión con nuestros hermanos sufís, organizado por la Comisión Ibérica del DIM.
Una gran puerta de hierro gris parece nuestro destino, llamamos al telefonillo.
—Casa de las Operarias Parroquiales, ¿qué desean?
—Venimos al encuentro interr…
Los monjes de la Comisión nos reciben sonrientes y agradecidos, quizás, por la aportación de los laicos a esta jornada. Asistimos miembros del Carmelo Ecuménico, la Fraternidad del monasterio cisterciense de Santa María de Huerta, la Asociación para el Diálogo Interreligioso de Madrid, el grupo que forman las religiosas Misioneras de la Unidad y sus asociados, y también personas con un interés personal en el entendimiento entre las religiones. Y por supuesto los invitados de honor, los hermanos sufís de la Orden Naqshbandi en España.
Un hermoso jardín con manzanos y perales en flor, margaritas y setos de boj nos sorprenden, pero no es posible detenernos mucho tiempo, el banquete eucarístico nos espera. Hacemos memoria del Papa San Martín I. La proclamación del evangelio nos llena de valor para nuestro osado propósito: los apóstoles están llenos de miedo y Jesús se les aparece y dice: “Soy yo, no temáis”.
D. Manuel Barrios, Presidente del Secretariado de relaciones interconfesionales de la Conferencia Episcopal Española, es el encargado de introducirnos en el esencial y difícil tema de cómo acercarnos al diálogo interreligioso desde la centralidad de Jesucristo. Utiliza para su reflexión una alocución de monseñor Ángelo Amato, Arzobispo Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, con el título: “La Dominus Jesús y las religiones”.
El punto de partida es la relación entre los creyentes de las distintas religiones y el misterio salvífico de Cristo y su Iglesia. Existen tres modelos de entendimiento: el exclusivista que entiende que fuera de la Iglesia no existe salvación, el inclusivista —confirmado por la Declaración Dominus Jesús— que establece que Jesús es el salvador único y universal y su Iglesia es el único sacramento de salvación y que por caminos que solo Dios conoce alcanza a los practicantes de otras religiones, y la pluralista que defiende que todas las religiones son queridas por Dios y son caminos de salvación. 
La voluntad salvífica universal de Dios es clara, es un don del Dios Trinidad que se expande a la humanidad haciendo posible a todos los hombres seguir la verdad y obrar el bien. Los caminos de salvación para los no creyentes son la obediencia a la recta conciencia y su coherencia con la vida. 
El diálogo interreligioso se incluye dentro de la misión ad gentes de la Iglesia y se fundamenta en la común pertenencia a la raza humana, con una esencial dimensión espiritual.
Puede revestir diversas formas, una es el “diálogo de la caridad”: bien mediante una “vida” sencilla de apertura y respeto al otro, bien mediante la “colaboración” con diferentes  creyentes en la consecución de la paz, la justicia, la defensa del medio ambiente...
También existe un “diálogo de la verdad”, que profundiza en las respectivas doctrinas para poner de relieve los valores presentes en ellas y un “diálogo de la experiencia religiosa”, cuando los practicantes compartimos las riquezas espirituales.
Para terminar, D. Manuel nos propone la figura de San Francisco de Asís como modelo de diálogo interreligioso.
El coloquio tras la alocución es vivo y salen a flote muchas emociones. Están en juego la salvación universal, la posibilidad del diálogo y la paz entre los pueblos, la esperanza nacida de las palabras de la “Nostra Aetate” del Concilio Vaticano II: “La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero”. El mismo cardenal Amato afirma que la investigación teológica no está detenida, más bien es invitada a proseguir en su exploración, por ejemplo en la posibilidad y medida que elementos positivos de otras religiones pueden entrar en el plan divino de la salvación.
Tras un breve descanso y tentempié, es Sor Ernestina Álvarez OSB, de León, la que va a compartir su experiencia en la “oración de Jesús”. Tema especialmente querido para ella porque, desde hace unos 22 años, es la oración que practica tras leer el libro del “Peregrino Ruso”.
La oración de Jesús consiste en la invocación constante de su Nombre: “Señor Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”. Su origen es el deseo de la oración continua, la seguridad de que la invocación de su nombre no se limita a una evocación piadosa sino que actualiza la presencia completa de su persona en toda su realidad y “la compunción del corazón”, el dolor de amor que brota de un corazón humilde y contrito que se sabe pecador, pero que experimenta al mismo tiempo la dulzura y paz de la misericordia divina.
La “técnica” recomendada consiste en sentarse, inclinar la cabeza hacia el lado del corazón, concentrar la mente en esa zona, y empezar a pronunciar el nombre de Jesús. La actividad intelectual se va apaciguando en la medida en que las emociones del corazón y los pensamientos se van canalizando hacia la repetición del Nombre de Jesús que se puede unir a la respiración y al latido cardiaco.
Se suele empezar por la repetición vocal, para pasar después a un nivel mental y cuando se lleva tiempo, y por don de Dios, se desemboca en la oración del corazón, cuando es el Espíritu el que pronuncia el nombre de Jesús.
Es una oración totalmente espiritual sin expresión exterior en la que se hacen realidad las palabras del Cantar de los Cantares: “Yo dormía pero mi corazón velaba” (Cant 5,2). Lo único que el orante hace es escuchar el corazón que a cada latido pronuncia el Nombre de Jesús.
Sor Ernestina termina exponiendo con sencillez lo que para ella supone esta oración y que llama las seis “pes”: presencia constante de Dios, protección ante mal, perdón seguro de las faltas, purificación del corazón, paz y proyecto –misión- para la vida.
La respuesta es muy entusiasta, desde diferentes grupos se pide la conferencia para su publicación y algunos de los participantes manifiestan su conocimiento, práctica y efectos de esta oración milenaria en sus vidas.   
Para que todos participemos, Sor Ernestina formula tres preguntas para la reflexión personal y, tras unos minutos, hacemos una puesta en común, enriqueciéndonos todos con las respuestas. Después aprovechamos la comida fraterna para conocernos y recuperar las fuerzas.
La tarde comienza con la introducción al sufismo, la esencia del islam, a cargo de Abdul Wahid Martín, representante de la Orden Naqshbandi en España. Abdul nos relata algo de su historia personal.
De origen cristiano, en la juventud comienza una búsqueda espiritual que le lleva, entre otras cosas, a conocer a los benedictinos de Santo Domingo de Silos atraído por su oración.
Un día siente una fuerte llamada al Islam en su corazón y aunque se resiste por lo inesperado y traumático del cambio, la persistencia de la llamada le hace claudicar, y ya lleva más de dieciocho años feliz en su práctica. 
En la escuela sufí es muy importante la conexión con el maestro, que trasmite directamente a corazón de sus discípulos una enseñanza especial. Los maestros sufís se han ido sucediendo unos a otros hasta llegar al Profeta.
Además es esencial la oración varias veces al día, la purificación, la caridad, el ayuno en el Ramadán, la peregrinación a la Meca... Jesús, María y los Patriarcas del Antiguo Testamento no son desconocidos para ellos ya que figuran en el Corán. El modelo de vida que se recomienda es el familiar y son poco usuales los practicantes célibes.
Después de los aplausos hay muchas preguntas, sobre todo referentes al papel de las mujeres en el Islam, a lo que se responde que más que un tema religioso es cultural, debido a las costumbres de los países donde el Islam se ha ido extendiendo.
Durante toda la jornada los practicantes sufís que nos acompañan, unos diez, se han mantenido discretos, atentos, en actitud de oración y respeto. Ahora llega su turno, modificamos la estructura de la sala para empezar el Diker, o meditación sufí del corazón, con la presencia de músicos y giróvagos.
Al ritmo de los instrumentos de percusión comienza una oración cantada y repetitiva dirigida por Abdul. En un momento de la oración una derviche, Sarah de la Zaouia, empieza su danza, girando y girando en el sentido contrario de las agujas del reloj, con una mano dirigida hacia al cielo y la otra a la tierra, haciéndose transmisora de la gracia divina. El ritmo y la intensidad del canto y la danza nos envuelven a todos.
La despedida es muy cálida y las caras concentradas de la oración se transforman en amables y sonrientes. Los abrazos y las buenas palabras acercan los corazones y eliminan las heridas y distancias creadas por la historia y unas teologías exclusivistas.


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