jueves, 10 de julio de 2014

CRÓNICA ENCUENTRO INTERRELIGIOSO 2014



CRÓNICA DEL ENCUENTRO INTERRELIGIOSO,

ORGANIZADO POR LA COMISIÓN IBÉRICA DEL DIM,

CELEBRADO EN MADRID, EL 14 DE JUNIO DEL 2014.

            La capilla de las Operarias parroquiales de la calle Arturo Soria está casi llena. Además de las monjas y monjes de la Comisión del DIM, nos encontramos en ella laicos del Carmelo Ecuménico, de la Fraternidad del monasterio cisterciense de Santa María de Huerta, de la Asociación para el Diálogo Interreligioso, de los Amigos del monasterio de Sta. María de Carbajal, de participantes en la Semana de Estudios Monásticos, y personas con un interés particular en el entendimiento entre las religiones.
         La eucaristía la preside D. Francisco Brandle, religioso carmelita descalzo consiliario del Carmelo Ecuménico, y concelebra D. Pablo d´Ors, capellán en  un centro sanitario y escritor de estirpe, que será nuestro primer conferenciante. 
            Después de la presentación que realiza José Luís Navarro, presidente del DIM, D. Pablo nos sorprende poniéndonos a cantar: “Hoy comienza una nueva era…, las lanzas se convertirán en podadoras, y los oprimidos son liberados…”.
            Podría acabar ya la conferencia —nos asusta— porque ya todos hemos tenido la experiencia de unidad al cantar juntos, cada uno con su voz, pero unidos. Si queremos salvar al mundo, hay que sentirse uno, sentencia.
            El primer punto que trata es el descubrimiento de lo místico frente a lo religioso. Nos anuncia que la fe, la confianza, se puede entrenar mediante el abandono, la oración contemplativa.
            El abandono es dejar las seguridades humanas y depender de sólo Dios, es el programa de las bienaventuranzas, el vaciamiento, el olvido de sí.
            Para explicar la oración contemplativa, utiliza el símil de las relaciones humanas. Al principio necesitamos las palabras para conocernos, después es suficiente la presencia, más tarde la mirada basta, y después… El silencio propicia el encuentro directo.
            Nos advierte de que no es lo mismo “estar en Dios” que estar en las “cosas de Dios”. Y cree que nos pasamos demasiado tiempo en “cosas de Dios” que no nos alimentan. Enfatiza que la contemplación es una llamada universal, una necesidad de todo ser humano, ya que es la que nutre, y no se la puede relegar solo para los monjes o personas de vida retirada.
            El segundo punto es el descubrimiento del cuerpo. Lo primero que sentimos al orar es la incapacidad de estar quietos, picores, malestares, necesidad de movernos... Sin embargo, la quietud corporal fomenta la contemplación.
            Él detecta, en la mayoría de las personas, una falta de unidad con el cuerpo. D. Pablo se detiene sobre todo en el descubrimiento de las manos, sus gestos, su actitud de bendición, de imposición, de oración…, ellas son las que más transmiten.
            El último punto es el descubrimiento del mantra, palabra sagrada. La palabra tiene un poder transformador evidente, no nos sentimos igual cuando nos alaban que cuando nos critican.
            Todos tenemos un discurso mental interno que marca nuestro sentir. En el fondo, somos lo que pensamos, por lo que es imprescindible trabajar el pensamiento. Además el mantra es una palabra sagrada, lo que significa que está impregnada de la energía de adoración de generaciones y generaciones de orantes.
            El mantra nos conecta con la humildad, el humus, la tierra, el “humor”, para él la humildad está muy unida a la capacidad de reírse de uno mismo.
            Un caluroso aplauso pone fin a los cuarenta minutos de alocución y da comienzo a un animado coloquio. Muchos oyentes se muestran de acuerdo con el orador. ¿Por qué la vida religiosa tradicional me ha hecho esto? —comenta una asistente. Primero me enseñaron a olvidar el cuerpo, a no tenerlo en cuenta para nada, y ahora me dicen y siento que el trabajo religioso es unificar el cuerpo, escucharlo… He perdido mucho tiempo. No hay respuesta.
            Después del descanso entra en la sala el rabino de la Sinagoga Bet-El de Madrid, D. Mario Stofenmacher, de la comunidad Masorti, acompañado por Mayte Rodríguez, presidenta del Centro de Estudios Judeo-Cristiano de Madrid.
            Mayte nos informa someramente de las actividades del centro que dirige, clases de hebreo, conferencias, encuentros…, y luego hace la semblanza del conferenciante.
            El rabino nos confiesa que el término abandono, que era el eje del encuentro, no tiene para él ninguna resonancia, únicamente como abandono de la fe. La fe para él nace de la confianza en lo que se ha trasmitido de padres a hijos y que puede remontarnos hasta los inicios.
            ¿Acaso mis padres me van a mentir? Pero hoy la transmisión de la herencia se pone en duda, ya que no creo nada que no pueda ver y tocar. La fe desde el punto de vista del mundo es debilidad, ya que supone una pérdida de la capacidad de comprobar.
            No tengo fe, ¿qué hago? –nos pregunta D. Mario. Y se contesta afirmando que la fe se puede entrenar, educar, adiestrar. Somos como gotas que se desprenden del océano en el batir de las olas. Este sustrato de océano que somos y que se halla en nuestro interior nos permite descubrir, percibir, lo que es verdad. La verdad resuena aún en el silencio.
            Mi vida afecta a todos, es su siguiente afirmación, que acompaña con la imagen de una barca llena de personas en la que una decide hacer un agujero debajo de sus pies. ¡Insensato! —le gritan todos—. Pero él se defiende: —Si solo lo hago en mi sitio.
            Todos estamos integrados y la responsabilidad es global. No somos propietarios del tiempo, sino que tenemos que utilizarlo para enseñar y procurar ayudar a los demás a que avancen.
            Sería conveniente hacernos las preguntas de Hillel: ¿Si yo no soy para mí, quién es para mí? ¿Y si yo soy (solamente) para mí, qué soy yo? ¿Y si no es ahora, cuándo? 
            A la mitad de la conferencia entran silenciosamente nuestros amigos de la Tariqa Naqshbandi—haqqani, que conocimos en el encuentro del año pasado. Da mucha esperanza verles con sus hábitos especiales y escuchando hablar al rabino judío con mucho respeto y atención.
            Para concluir, D. Mario resume que para los judíos adornar a Dios es adornar la creación, y adornarnos a nosotros mismos, ya que somos la corona de la creación.
            El coloquio es muy participativo. Sor Griselda, con humor, pregunta por la especial dedicación de los judíos al estudio y algo menos al rezo. D. Mario nos dice que para los judíos el estudio es oración porque es Dios quien ilumina la mente para poder entender lo que se está leyendo.
            En cambio la oración es un medio para cambiar al orante, porque Dios no necesita ninguna transformación, es inmutable. Para los judíos lo más importante es salir a la sociedad para hacer justicia, visitar a los enfermos… Y nos puso la siguiente imagen, es como si una tela gruesa y pesada nos cubriera a todos, cuando un miembro falla y no sujeta su parte de tela se produce un hundimiento y las personas vecinas sienten un peso extra y son los que detectan la anomalía y tienen que ayudar y soportar el peso. Nuestra misión es querer y cuidar a los cercanos, para que estos a su vez lo hagan a los suyos y así todos se sentirán amados.
            Termina asegurando que a los judíos siempre los vamos a tener a nuestro lado en el trabajo por una sociedad más justa. 
            A continuación, pasamos al comedor pulcramente dispuesto para la comida. Los miembros de la Tariqa Naqshbandi se despiden, ya que es una jornada muy especial para ellos por el reciente fallecimiento de su maestro, y nos  recitan—cantan el Sura de María a modo de bendición. También nos invitan a su centro donde están reunidos en oración hasta el día siguiente.
            La tarde la abre Temirjón Temirzoda Naziri, de la AHIT, Asociación Hispano—Turca "Casa Turca" de Madrid.
            Empieza con una pequeña introducción al Islam. El islam es sumisión, sometimiento. Dios es único, no hay más deidad que Dios. Hay que adorar a Dios como si te viera constantemente, Él te ve. Hay que vivir por Dios y hacer todo por él, no hay separación. Dios está en todos los instantes, en todos los actos.
            Al conocimiento de Dios se llega mediante las enseñanzas de la creación. La sumisión es el medio para conocerlo y cuanto más conocemos más amamos. El Universo es manifestación del Corán, y como ambos son creados por el mismo autor, no puede haber contradicción, todo nos ayuda a conocer a Dios. 
            Una vez terminada la introducción, nos habla de la tradición sufí. Hace énfasis en la necesidad de ser un buen musulmán para llegar a ser sufí, para él no son válidas las nuevas ideas de sufismo sin Islam.
            El camino de los sufís para llegar a Dios es la disolución del yo en Dios. Es un esfuerzo continuo de purificación, ya que siempre está a la vista de Dios. Una vez liberado de los vicios y adquiridas las virtudes conforme a la voluntad de Dios, empieza el disfrute de los deleites.
            Pero previamente se precisa cumplir todos los preceptos religiosos, creer en la unidad de Dios, vivir según sus exigencias, observar el discurso divino –leyes de la creación—, rebosar de amor divino, dar preferencia a la felicidad de los demás, una activa adhesión a la voluntad divina, y el éxtasis.   
            La mente sufí se concentra en la verdad, y reconoce su vulnerabilidad, su rendición. Etimológicamente es el que va de puerta en puerta pidiendo.
           Nos recomienda varias lecturas, en primer lugar la obra de Huseyin Binül, el rumi del siglo XXI, la corriente Hizmet, de Fethullch Gulen, y la revista Cascada, que edita la Casa Turca de Madrid.
            El coloquio se centra en cuestiones sobre el mundo musulmán, el papel de las mujeres,  la violencia…
            Para terminar un encuentro tan denso intelectualmente, se precisa un poco de oración, en este caso interconfesional. Comienzan los musulmanes haciendo la llamada a la oración con una voz clara, profunda y con mucho sentimiento.
            Todos juntos respondemos cantando el Shema Israel y a continuación el hermano José Luis Navarro lee un credo interconfesional muy sugerente y todos, de pie, rezamos el padrenuestro.
            Ya solo restan los abrazos, despedidas, comentarios personales y encaminar nuestros pasos a la puerta del jardín, que nos abre al mundo, donde tan necesario es establecer puentes, conocer lo diferente, comunicarnos, ya que querámoslo o no, todos formamos parte de la gran familia humana y tenemos un Padre común.
                                               Hasta el año que viene.

Pedro Álvarez Tejerina, Madrid

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