CRÓNICA DEL ENCUENTRO
INTERRELIGIOSO,
ORGANIZADO POR LA COMISIÓN IBÉRICA DEL
DIM,
CELEBRADO EN MADRID, EL 14 DE JUNIO DEL
2014.
La capilla de las Operarias
parroquiales de la calle Arturo Soria está casi llena. Además de las monjas y
monjes de la Comisión del DIM, nos encontramos en ella laicos del Carmelo
Ecuménico, de la Fraternidad del monasterio cisterciense de Santa María de
Huerta, de la Asociación para el Diálogo Interreligioso, de los Amigos del
monasterio de Sta. María de Carbajal, de participantes en la Semana de Estudios
Monásticos, y personas con un interés particular en el entendimiento entre las
religiones.
La
eucaristía la preside D. Francisco Brandle, religioso carmelita descalzo
consiliario del Carmelo Ecuménico, y concelebra D. Pablo d´Ors, capellán
en un centro sanitario y escritor de
estirpe, que será nuestro primer conferenciante.
Después de
la presentación que realiza José Luís Navarro, presidente del DIM, D. Pablo nos
sorprende poniéndonos a cantar: “Hoy
comienza una nueva era…, las lanzas se convertirán en podadoras, y los
oprimidos son liberados…”.
Podría
acabar ya la conferencia —nos asusta— porque ya todos hemos tenido la
experiencia de unidad al cantar juntos, cada uno con su voz, pero unidos. Si
queremos salvar al mundo, hay que sentirse uno, sentencia.
El primer
punto que trata es el descubrimiento de lo místico frente a lo religioso. Nos
anuncia que la fe, la confianza, se puede entrenar mediante el abandono, la
oración contemplativa.
El abandono
es dejar las seguridades humanas y depender de sólo Dios, es el programa de las
bienaventuranzas, el vaciamiento, el olvido de sí.
Para
explicar la oración contemplativa, utiliza el símil de las relaciones humanas.
Al principio necesitamos las palabras para conocernos, después es suficiente la
presencia, más tarde la mirada basta, y después… El silencio propicia el
encuentro directo.
Nos
advierte de que no es lo mismo “estar en Dios” que estar en las “cosas de Dios”.
Y cree que nos pasamos demasiado tiempo en “cosas de Dios” que no nos
alimentan. Enfatiza que la contemplación es una llamada universal, una
necesidad de todo ser humano, ya que es la que nutre, y no se la puede relegar
solo para los monjes o personas de vida retirada.
El segundo
punto es el descubrimiento del cuerpo. Lo primero que sentimos al orar es la
incapacidad de estar quietos, picores, malestares, necesidad de movernos... Sin
embargo, la quietud corporal fomenta la contemplación.
Él detecta,
en la mayoría de las personas, una falta de unidad con el cuerpo. D. Pablo se
detiene sobre todo en el descubrimiento de las manos, sus gestos, su actitud de
bendición, de imposición, de oración…, ellas son las que más transmiten.
El último
punto es el descubrimiento del mantra, palabra sagrada. La palabra tiene un
poder transformador evidente, no nos sentimos igual cuando nos alaban que
cuando nos critican.
Todos
tenemos un discurso mental interno que marca nuestro sentir. En el fondo, somos
lo que pensamos, por lo que es imprescindible trabajar el pensamiento. Además
el mantra es una palabra sagrada, lo que significa que está impregnada de la
energía de adoración de generaciones y generaciones de orantes.
El mantra
nos conecta con la humildad, el humus, la tierra, el “humor”, para él la
humildad está muy unida a la capacidad de reírse de uno mismo.
Un caluroso
aplauso pone fin a los cuarenta minutos de alocución y da comienzo a un animado
coloquio. Muchos oyentes se muestran de acuerdo con el orador. ¿Por qué la vida
religiosa tradicional me ha hecho esto? —comenta una asistente. Primero me
enseñaron a olvidar el cuerpo, a no tenerlo en cuenta para nada, y ahora me
dicen y siento que el trabajo religioso es unificar el cuerpo, escucharlo… He
perdido mucho tiempo. No hay respuesta.
Después del
descanso entra en la sala el rabino de la Sinagoga Bet-El de Madrid, D. Mario Stofenmacher,
de la comunidad Masorti, acompañado por Mayte Rodríguez, presidenta del Centro
de Estudios Judeo-Cristiano de Madrid.
Mayte
nos informa someramente de las actividades del centro que dirige, clases de
hebreo, conferencias, encuentros…, y luego hace la semblanza del
conferenciante.
El
rabino nos confiesa que el término abandono, que era el eje del encuentro, no
tiene para él ninguna resonancia, únicamente como abandono de la fe. La fe para
él nace de la confianza en lo que se ha trasmitido de padres a hijos y que
puede remontarnos hasta los inicios.
¿Acaso
mis padres me van a mentir? Pero hoy la transmisión de la herencia se pone en
duda, ya que no creo nada que no pueda ver y tocar. La fe desde el punto de
vista del mundo es debilidad, ya que supone una pérdida de la capacidad de
comprobar.
No
tengo fe, ¿qué hago? –nos pregunta D. Mario. Y se contesta afirmando que la fe
se puede entrenar, educar, adiestrar. Somos como gotas que se desprenden del
océano en el batir de las olas. Este sustrato de océano que somos y que se
halla en nuestro interior nos permite descubrir, percibir, lo que es verdad. La
verdad resuena aún en el silencio.
Mi
vida afecta a todos, es su siguiente afirmación, que acompaña con la imagen de
una barca llena de personas en la que una decide hacer un agujero debajo de sus
pies. ¡Insensato! —le gritan todos—. Pero él se defiende: —Si solo lo hago en
mi sitio.
Todos
estamos integrados y la responsabilidad es global. No somos propietarios del
tiempo, sino que tenemos que utilizarlo para enseñar y procurar ayudar a los
demás a que avancen.
Sería
conveniente hacernos las preguntas de Hillel: ¿Si
yo no soy para mí, quién es para mí? ¿Y si yo soy (solamente) para mí, qué soy
yo? ¿Y si no es ahora, cuándo?
A
la mitad de la conferencia entran silenciosamente nuestros amigos de la Tariqa
Naqshbandi—haqqani, que conocimos en el encuentro del año pasado. Da mucha
esperanza verles con sus hábitos especiales y escuchando hablar al rabino judío
con mucho respeto y atención.
Para
concluir, D. Mario resume que para los judíos adornar a Dios es adornar la
creación, y adornarnos a nosotros mismos, ya que somos la corona de la
creación.
El
coloquio es muy participativo. Sor Griselda, con humor, pregunta por la
especial dedicación de los judíos al estudio y algo menos al rezo. D. Mario nos
dice que para los judíos el estudio es oración porque es Dios quien ilumina la
mente para poder entender lo que se está leyendo.
En
cambio la oración es un medio para cambiar al orante, porque Dios no necesita
ninguna transformación, es inmutable. Para los judíos lo más importante es
salir a la sociedad para hacer justicia, visitar a los enfermos… Y nos puso la
siguiente imagen, es como si una tela gruesa y pesada nos cubriera a todos,
cuando un miembro falla y no sujeta su parte de tela se produce un hundimiento
y las personas vecinas sienten un peso extra y son los que detectan la anomalía
y tienen que ayudar y soportar el peso. Nuestra misión es querer y cuidar a los
cercanos, para que estos a su vez lo hagan a los suyos y así todos se sentirán
amados.
Termina
asegurando que a los judíos siempre los vamos a tener a nuestro lado en el
trabajo por una sociedad más justa.
A
continuación, pasamos al comedor pulcramente dispuesto para la comida. Los
miembros de la Tariqa Naqshbandi se despiden, ya que es una jornada muy
especial para ellos por el reciente fallecimiento de su maestro, y nos recitan—cantan el Sura de María a modo de
bendición. También nos invitan a su centro donde están reunidos en oración
hasta el día siguiente.
La
tarde la abre Temirjón Temirzoda Naziri, de la AHIT, Asociación Hispano—Turca
"Casa Turca" de Madrid.
Empieza
con una pequeña introducción al Islam. El islam es sumisión, sometimiento. Dios
es único, no hay más deidad que Dios. Hay que adorar a Dios como si te viera
constantemente, Él te ve. Hay que vivir por Dios y hacer todo por él, no hay
separación. Dios está en todos los instantes, en todos los actos.
Al
conocimiento de Dios se llega mediante las enseñanzas de la creación. La
sumisión es el medio para conocerlo y cuanto más conocemos más amamos. El
Universo es manifestación del Corán, y como ambos son creados por el mismo
autor, no puede haber contradicción, todo nos ayuda a conocer a Dios.
Una
vez terminada la introducción, nos habla de la tradición sufí. Hace énfasis en
la necesidad de ser un buen musulmán para llegar a ser sufí, para él no son
válidas las nuevas ideas de sufismo sin Islam.
El
camino de los sufís para llegar a Dios es la disolución del yo en Dios. Es un
esfuerzo continuo de purificación, ya que siempre está a la vista de Dios. Una
vez liberado de los vicios y adquiridas las virtudes conforme a la voluntad de
Dios, empieza el disfrute de los deleites.
Pero
previamente se precisa cumplir todos los preceptos religiosos, creer en la
unidad de Dios, vivir según sus exigencias, observar el discurso divino –leyes
de la creación—, rebosar de amor divino, dar preferencia a la felicidad de los
demás, una activa adhesión a la voluntad divina, y el éxtasis.
La
mente sufí se concentra en la verdad, y reconoce su vulnerabilidad, su
rendición. Etimológicamente es el que va de puerta en puerta pidiendo.
Nos
recomienda varias lecturas, en primer lugar la obra de Huseyin Binül, el rumi
del siglo XXI, la corriente Hizmet, de Fethullch Gulen, y la revista Cascada,
que edita la Casa Turca de Madrid.
El
coloquio se centra en cuestiones sobre el mundo musulmán, el papel de las
mujeres, la violencia…
Para
terminar un encuentro tan denso intelectualmente, se precisa un poco de
oración, en este caso interconfesional. Comienzan los musulmanes haciendo la
llamada a la oración con una voz clara, profunda y con mucho sentimiento.
Todos
juntos respondemos cantando el Shema Israel y a continuación el hermano
José Luis Navarro lee un credo interconfesional muy sugerente y todos, de pie,
rezamos el padrenuestro.
Ya
solo restan los abrazos, despedidas, comentarios personales y encaminar
nuestros pasos a la puerta del jardín, que nos abre al mundo, donde tan
necesario es establecer puentes, conocer lo diferente, comunicarnos, ya que
querámoslo o no, todos formamos parte de la gran familia humana y tenemos un
Padre común.
Hasta el año que viene.
Pedro Álvarez Tejerina,
Madrid
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