sábado, 21 de febrero de 2015

CARTA ABIERTA AL MUNDO MUSULMAN



Carta abierta al mundo musulmán

 
 
Abdennour Bidar es un filósofo y escritor francés que nació el 13 de enero de 1971 en Clermont-Ferrand. Es Catedrático de filosofía en la Escuela superior de Fontenay-Saint-Cloud. Doctor en filosofía (PhD), ha dedicado su tesis doctoral al desarrollo de una “pedagogía de la individualización” o del “ser sujeto” a partir del pensamiento de la filosofía musulmana india Mohamed Igbal (1873-1932), particularmente de la obra The Reconstruction Thought in Islam (1928-1932). Después de varios ensayos dedicados a la filosofía de la religión, especialmente a partir de los estudios sobre el islam, ha publicado en 2014 una Historia del humanismo en Occidente (ediciones Armand Colin).

Abdennour Bidar ha enseñado filosofía en clases preparatorias para las Grandes Escuelas, desde 2004 a 2012. Actualmente es el responsable de la pedagogía del laicismo en el Ministerio de Educación Nacional. El 5 de abril del 2013 fue nombrado miembro del Observatorio del Laicismo. Pertenece al comité de redacción de la revista Esprit. Desde septiembre de 2012 a junio de 2013, ha presentado y animado la emisión del debate sobre el tema de vivir juntos y de la identidad –Causa común, tú me interesas– el domingo de 16 a 17 h en France Inter. Durante el verano de 2014 ha sido el productor y presentador de la emisión France islam: preguntas cruzadas también en France Inter. También ha iniciado un grupo en Facebook: Repenser l’ilslam avec Abdennour Bidar.

“Querido mundo musulmán, soy uno de tus hijos que te mira desde fuera y desde lejos, desde este país de Francia donde tantos de tus hijos viven hoy. Te miro con ojos de filósofo severo, alimentado desde la infancia por el taçawwuf (sufismo) y por el pensamiento occidental. Te miro a partir de mi posición barzakh, del istmo entre los dos mares de Oriente y Occidente.

Y, ¿qué es lo que veo? ¿Qué es lo que veo, sin duda mejor que otros, porque justamente miro de lejos, con la perspectiva de la distancia? Te veo en un estado de miseria y sufrimiento que entristece profundamente; por eso mi juicio como filósofo es más severo. Te veo tratando de dar a luz un monstruo que pretende llamarse estado islámico, al que algunos prefieren dar el nombre de demonio: DAESH. Pero lo peor es que veo cómo te pierdes – pierdes tu tiempo y tu honor ‑ negando reconocer al monstruo que nació de ti, de tus errores, de tus contradicciones, de tus desgarros entre el pasado y el presente, de tu permanente incapacidad para encontrar tu lugar en la civilización humana.

¿Qué dices frente a este monstruo? Gritas ¡No soy yo!, ¡no es el islam! Niegas que estos monstruosos crímenes sean cometidos en tu nombre (hashtag # NotInMyName). Te subleva que el monstruo usurpe tu identidad. Es indispensable que todo el mundo proclame en voz alta que el islam denuncia la barbarie. Pero no es suficiente. Pues, te refugias en el reflejo de la autodefensa sin asumir la responsabilidad de la autocrítica. Te contentas con indignarte cuando en este momento se da la ocasión histórica de cuestionarte. Y acusas en lugar de tomar tu propia responsabilidad: “¡Alto, a todos los occidentales y a todos los enemigos del islam que nos asocian con este monstruo! El terrorismo no es el islam, el verdadero islam, el islam bueno que quiere la paz y no la guerra”.

Oigo este grito de indignación que se levanta en ti, mi querido mundo musulmán, y lo entiendo. Sí, tienes razón, al igual que cada una de las otras grandes inspiraciones sagradas que el mundo del islam ha creado a lo largo de su historia, de la Belleza, de la Justicia, del Sentido, del Bien, tienen el poder de iluminar al ser humano en el camino del misterio de la existencia. Estoy luchando, aquí en Occidente, en cada uno de mis libros, para que esta sabiduría del islam, y de todas las religiones, no sea olvidada y despreciada. Pero desde mi posición distante veo algo que tú no sabes ver. Y esto me sugiere otra pregunta, la gran pregunta: este monstruo ¿por qué ha ocultado su rostro? ¿Por qué este vil monstruo ha escogido tu rostro y no otro? Lo que en realidad se esconde detrás de este monstruo es un inmenso problema que no pareces estar dispuesto a enfrentar. Sería necesario, sin embargo, que terminaras por tener el valor.

Este problema está en la raíz de mal. ¿De dónde vienen los crímenes del llamado “estado islámico”? Te lo voy a decir, mi querido amigo, y no te va a gustar, pero es mi deber de filósofo. Las raíces del mal que hoy esconden tu rostro están en ti mismo, el monstruo ha salido de tu propio vientre y de él surgirán otros monstruos peores que éste mientras no admitas tu enfermedad para atacarla desde la raíz.

Incluso los intelectuales occidentales tienen dificultad para verlo ya que, en su mayoría, han olvidado el poder de la religión – en el bien y en el mal, en la vida y la muerte –. Me dicen: No, el problema del mundo musulmán no está en el islam, ni en la religión, sino en la política, la historia, la economía, etc. No recuerdan que la religión puede ser el motor de una civilización humana. Y que el futuro de la humanidad pasará, no sólo por la resolución de las crisis financieras sino, de forma más esencial, por la resolución de la crisis espiritual sin precedentes que atraviesa toda nuestra humanidad. ¿Sabremos unirnos a nivel mundial para hacer frente a este reto fundamental? La naturaleza espiritual del hombre aborrece el vacío y si no encuentra nada nuevo para llenarlo lo hará con religiones cada vez más inadaptadas al presente y que, como el islam actual, se pondrán a producir monstruos.

Veo en ti, mundo musulmán, fuerzas inmensas dispuestas a levantarse para contribuir en este esfuerzo global de encontrar una vía espiritual para el siglo XXI. A pesar de la gravedad de tu enfermedad, hay en ti una extraordinaria multitud de mujeres y hombres dispuestos a reformar el islam, a reinventar su genio más allá de sus formas históricas y, así, participar en una completa renovación de la relación que el hombre ha tenido hasta ahora con sus dioses. A todos, musulmanes y no musulmanes, que sueñan con una revolución espiritual, me dirijo en mis libros para darles, con palabras de filósofo, la confianza de vislumbrar su esperanza.

Pero estos musulmanes y musulmanas que miran el futuro todavía no son lo suficientemente numerosos para que su palabra sea más potente. A todos estos doy la bienvenida por la visión y el coraje, porque han visto perfectamente el estado general de la profunda enfermedad del mundo musulmán, lo que explica el nacimiento de los monstruos terroristas con nombres de Al Qaeda, Al Notra AQMI o “Estado islámico”. Entendieron que esto son sólo los síntomas más visibles de un gran cuerpo enfermo, incluidas sus enfermedades crónicas que son: incapacidad para establecer democracias sostenibles en las que se reconozcan como derecho moral y político la libertad de conciencia con respecto a los dogmas de la religión; dificultades crónicas para mejorar la condición de la mujer en el sentido de igualdad, la responsabilidad y la libertad; incapacidad para separar suficientemente el poder político de su control por la autoridad de la religión; incapacidad para establecer un respeto, una tolerancia y un verdadero reconocimiento del pluralismo religioso y de las minorías religiosas.

Todo esto ¿será por culpa de Occidente? ¿Cuánto tiempo precioso vas a perder aún, querido mundo musulmán, con esta acusación estúpida en la que ni tú mismo crees, y detrás de la cual te escondes para continuar mintiéndote a ti mismo?

En particular, desde el siglo XVIII, ya es el momento de reconocer que has sido incapaz de hacer frente al desafío de Occidente. Te has refugiado de forma infantil y mortífera en el pasado, con la regresión obscurantista del wahabismo que sigue asolando en cualquier lugar dentro de tus fronteras – un wahabí que extiendes desde tus lugares santos de Arabia Saudita como un cáncer que sale de tu propio corazón. Has ido detrás de lo peor de Occidente, produciendo como él este desarrollo tecnológico, sin coherencia con su arcaísmo religioso, que hace de tus riquísimas “élites” del Golfo víctimas voluntarias de la enfermedad mundial de la adoración al dios del dinero.

¿Qué admiras hoy, amigo mío? ¿Qué queda en ti que sea digno de suscitar respeto en los otros pueblos y civilizaciones de la Tierra? ¿Dónde están tus sabios si es que tienes aún una sabiduría que ofrecer al mundo? ¿Dónde están tus grandes hombres? ¿Quiénes son tus Mandela, quiénes son tus Gandhi, quiénes son tus Aung San Suu Kyi? ¿Dónde están tus grandes pensadores cuyos libros deberían ser leídos en todo el mundo como cuando los matemáticos y filósofos árabes y persas hicieron referencia a la India y a España? En realidad te has hecho tan débil detrás de la evidencia que tus anuncios siempre se refieren a ti mismo… No sabes en absoluto lo que eres ni a dónde quieres ir, y esto te ha hecho tan desgraciado como agresivo… Te obstinas en no escuchar a los que te llaman a un cambio, a liberarte finalmente del dominio que ha ofrecido la religión sobre toda la vida.

Has escogido creer que Mahoma era un profeta y rey. Has escogido definir al islam como religión política, social y moral para gobernar como un tirano, sobre el Estado y la vida civil, tanto en la calle como en el hogar, e incluso dentro de cada conciencia. Has elegido creer para imponer que el islam quiere sumisión, mientras que el propio Corán proclama que “No hay coacción en la religión” (La ikraha fi Dîn). Has hecho de su llamada a la libertad el imperio de la coacción. ¿Cómo puede una civilización traicionar tanto a su propio texto sagrado?

Muchas voces, que no quieres escuchar, se elevan hoy en la Ummad (Comunidad) para denunciar este tabú de una religión autoritaria e indiscutible… hasta el punto de que muchos creyentes han interiorizado así una cultura de la sumisión a la tradición y a los “maestros de religión” (imams, muftis, shouyoukhs, etc.) que ni siquiera comprenden cuando se les habla de libertad espiritual, por no hablar de elección personal ante los “pilares” del Islam. Todo esto constituye para ellos una “línea roja” tan sagrada que no se atreven a dar a su propia conciencia el derecho de dudarlo. Existen tantas familias en las que la confusión entre espiritualidad y servidumbre está incrustada en su mente desde una temprana edad, en la que la educación espiritual es tan pobre, que todo lo concerniente a la religión sigue siendo algo que ‘no se discute’.

Pero esto, obviamente, no es impuesto por el terrorismo de algunas bandas de locos fanáticos embarcados por el Estado islámico. No, este problema es infinitamente más profundo. Pero, ¿quién quiere escucharlo? Sobre esto, silencio en el mundo musulmán, y en los medios de comunicación occidentales ya no se escucha más que a estos especialistas del terrorismo que agravan, día tras día, la miopía general. Por lo tanto, no hace falta que te ilusiones, amigo mío, haciendo creer que cuando haya terminado el terrorismo islamista el islam habrá solucionado sus problemas. Todo lo que he mencionado – una religión tiránica, dogmática, literal, formalista, machista, conservadora, regresiva – frecuentemente es lo común en el islam, el islam cotidiano que sufre y hace sufrir demasiado a las conciencias, el islam del pasado superado, el islam distorsionado por todos los que lo instrumentalizan políticamente, el islam que acaba una y otra vez ahogando las Primaveras árabes y la voz de tantos de sus jóvenes que piden otra cosa. ¿Cuándo harás esta revolución en la sociedad y en la conciencias para que rimen definitivamente espiritualidad y libertad?

Por supuesto, en tu vasto territorio hay islas de libertad espiritual: las familias que transmiten un Islam de tolerancia, de elección personal, de profundización espiritual, lugares donde el islam sigue dando lo mejor de sí mismo, una cultura del compartir, del honor, de buscar el conocimiento y la espiritualidad, el lugar sagrado donde el ser humano y la realidad última, que se llama Allâh, se encuentran. Existen en la Tierra del islam, y en todas las comunidades musulmanas del mundo, conciencias fuertes y libres. Pero están condenadas a vivir su libertad sin el reconocimiento de un derecho real, con riesgos y peligros frente al control de la comunidad o incluso, a veces, de la policía religiosa. Nunca tienen el derecho de decir: Yo elijo mi islam. Tengo mi propia relación con el islam, no han sido reconocidos por los dignatarios oficiales del islam. Estos, al contrario, se ensañan por imponer La doctrina del islam es la única y La obediencia a los pilares del Islam es el único camino correcto. (ssirâtou-l-Mustaqeem).

Esta negativa al derecho a la libertad de religión es una de las raíces del mal que sufres, mi querido mundo musulmán; es uno de esos vientres oscuros donde crecen los monstruos que saltan desde hace algunos años ante miradas espantadas de todo el mundo. Esta religión de hierro impone a la sociedad una violencia insostenible. Encierra demasiado a sus hijos e hijas en la jaula del bien y del mal, de una legalidad (halâ) y una ilegalidad (haràm) que nadie ha escogido pero que todo el mundo sufre. Se encarcelan las voluntades, condicionan los espíritus, impiden o dificultan cualquier opción de vida personal. En muchos de tus países todavía asocias la religión y la violencia – contra las mujeres, los “malos creyentes”, las minorías cristianas, los pensadores y los espíritus libres, los rebeldes – de manera que esta religión y esta violencia acaban por confundirse entre los más desequilibrados y los más frágiles de tus hijos, en la monstruosidad de la jihad.

Entonces, por favor, no finjas que te sorprende que los demonios, como los llama el Estado islámico, hayan tomado tu rostro. Los monstruos y los demonios no roban más que las caras que ya están deformadas por demasiadas muecas. Y si quieres saber cómo no dar a luz esos monstruos, voy a decírtelo. Es muy sencillo y muy difícil a la vez. Tienes que empezar por reformar toda la educación que das a tus hijos, en cada una de tus escuelas, en cada uno de los lugares de conocimiento y del poder. Que los reformes de acuerdo y según los principios universales (incluso si no eres el único que transgredes o persistes en su ignorancia): la libertad de conciencia; la democracia y la ciudadanía para el conjunto diverso de visiones del mundo y de creencias; la igualdad de sexos y la emancipación de las mujeres de la tutela masculina; la reflexión y la cultura de lo religioso en las universidades, la literatura y los medios de comunicación. No puedes volver atrás, no puedes hacer menos que eso. Esta es la única manera de no dar a luz estos monstruos, y si no lo haces, pronto serás devastado por tu propio poder destructivo.

Querido mundo musulmán, soy un filósofo y, como es habitual, algunos dirán que el filósofo es un hereje. Sin embargo, sólo busco hacer que brille la luz de nuevo – este es el nombre que me diste y el que me encomendaste, Abdennour “Servidor de la Luz”. No hubiera sido tan severo en esta carta si no creyera en ti. Como dicen los franceses: “Quien bien te quiere, te hará llorar”. A diferencia de los que hoy no son severos contigo – que quieren hacer de ti una víctima – y no te hacen ningún favor. Creo en ti, creo en tu contribución para hacer del mundo de mañana un mundo que sea cada vez más humano y espiritual. Salâma, que la paz sea con vosotros.

Abdennour BIDAR
Tradución Sor Rosa Maria de la Parra. 

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