Carta abierta al mundo musulmán
Abdennour Bidar es un filósofo y escritor francés que nació el 13 de enero de
1971 en Clermont-Ferrand. Es Catedrático de filosofía en la Escuela superior de
Fontenay-Saint-Cloud. Doctor en filosofía (PhD), ha dedicado su tesis doctoral
al desarrollo de una “pedagogía de la individualización” o del “ser sujeto” a
partir del pensamiento de la filosofía musulmana india Mohamed Igbal (1873-1932),
particularmente de la obra The
Reconstruction Thought in Islam (1928-1932). Después de varios ensayos dedicados
a la filosofía de la religión, especialmente a partir de los estudios sobre el
islam, ha publicado en 2014 una Historia
del humanismo en Occidente (ediciones Armand Colin).
Abdennour
Bidar ha enseñado filosofía en clases preparatorias para las Grandes Escuelas,
desde 2004 a 2012. Actualmente es el responsable de la pedagogía del laicismo
en el Ministerio de Educación Nacional. El 5 de abril del 2013 fue nombrado miembro
del Observatorio del Laicismo. Pertenece al comité de redacción de la
revista Esprit. Desde septiembre de 2012
a junio de 2013, ha presentado y animado la emisión del debate sobre el tema de
vivir juntos y de la identidad –Causa
común, tú me interesas–
el domingo de 16 a 17 h en
France Inter. Durante el verano de
2014 ha sido el productor y presentador de la emisión France islam: preguntas cruzadas también en France Inter.
También ha iniciado un grupo
en Facebook: Repenser l’ilslam avec Abdennour Bidar.
“Querido
mundo musulmán, soy uno de tus hijos que te mira desde fuera y desde lejos, desde este país de Francia donde
tantos de tus hijos viven hoy. Te miro con ojos de filósofo severo, alimentado
desde la infancia por el taçawwuf (sufismo) y por el pensamiento
occidental. Te miro a partir de mi posición barzakh,
del istmo entre los dos mares de Oriente y Occidente.
Y,
¿qué es lo que veo? ¿Qué es lo que veo, sin duda mejor que otros, porque justamente
miro de lejos, con la perspectiva de la distancia? Te veo en un estado de
miseria y sufrimiento que entristece profundamente; por eso mi juicio como
filósofo es más severo. Te veo tratando de dar a luz un monstruo que pretende
llamarse estado islámico, al que algunos prefieren dar el nombre de demonio:
DAESH. Pero lo peor es que veo cómo te pierdes – pierdes tu tiempo y tu honor ‑
negando reconocer al monstruo que nació de ti, de tus errores, de tus contradicciones,
de tus desgarros entre el pasado y el presente, de tu permanente incapacidad
para encontrar tu lugar en la civilización humana.
¿Qué
dices frente a este monstruo? Gritas ¡No
soy yo!, ¡no es el islam! Niegas que estos monstruosos crímenes sean
cometidos en tu nombre (hashtag #
NotInMyName). Te subleva que el monstruo usurpe tu identidad. Es indispensable
que todo el mundo proclame en voz alta que el islam denuncia la barbarie. Pero
no es suficiente. Pues, te refugias en el
reflejo de la autodefensa sin asumir la responsabilidad de la autocrítica. Te
contentas con indignarte cuando en este momento se da la ocasión histórica de
cuestionarte. Y acusas en lugar de tomar tu propia responsabilidad: “¡Alto, a todos los occidentales y a todos
los enemigos del islam que nos asocian con este monstruo! El terrorismo no es
el islam, el verdadero islam, el islam bueno que quiere la paz y no la guerra”.
Oigo
este grito de indignación que se levanta en ti, mi querido mundo musulmán, y lo
entiendo. Sí, tienes razón, al igual que cada una de las otras grandes
inspiraciones sagradas que el mundo del islam ha creado a lo largo de su
historia, de la Belleza, de la Justicia, del
Sentido, del Bien, tienen el poder de iluminar al ser humano en el camino del
misterio de la existencia. Estoy luchando, aquí en Occidente, en cada uno de
mis libros, para que esta sabiduría del islam, y de todas las religiones, no
sea olvidada y despreciada. Pero desde mi posición distante veo algo que tú no
sabes ver. Y esto me sugiere otra pregunta, la gran pregunta: este monstruo
¿por qué ha ocultado su rostro? ¿Por qué este vil monstruo ha escogido tu rostro y no otro? Lo que en realidad se esconde
detrás de este monstruo es un inmenso problema que no pareces estar dispuesto a
enfrentar. Sería necesario, sin embargo, que terminaras por tener el valor.
Este
problema está en la raíz de mal. ¿De
dónde vienen los crímenes del llamado “estado islámico”? Te lo voy a decir, mi
querido amigo, y no te va a gustar, pero es mi
deber de filósofo. Las raíces del mal que hoy esconden tu rostro están en ti mismo, el monstruo ha salido de tu
propio vientre y de él surgirán otros monstruos peores que éste mientras no admitas
tu enfermedad para atacarla desde la raíz.
Incluso
los intelectuales occidentales tienen dificultad para verlo ya que, en su
mayoría, han olvidado el poder de la religión – en el bien y en el mal, en la
vida y la muerte –. Me dicen: No, el
problema del mundo musulmán no está en el islam, ni en la religión, sino en la
política, la historia, la economía, etc. No recuerdan que la religión puede
ser el motor de una civilización humana. Y que el futuro de la humanidad
pasará, no sólo por la resolución de las crisis financieras sino, de forma más
esencial, por la resolución de la crisis espiritual sin precedentes que
atraviesa toda nuestra humanidad. ¿Sabremos unirnos a nivel mundial para hacer
frente a este reto fundamental? La naturaleza espiritual del hombre aborrece el
vacío y si no encuentra nada nuevo para llenarlo lo hará con religiones cada
vez más inadaptadas al presente y que, como el islam actual, se pondrán a
producir monstruos.
Veo
en ti, mundo musulmán, fuerzas inmensas dispuestas a levantarse para contribuir
en este esfuerzo global de encontrar una
vía espiritual para el siglo XXI. A pesar de la gravedad de tu enfermedad,
hay en ti una extraordinaria multitud de mujeres y hombres dispuestos a reformar el islam, a reinventar su genio
más allá de sus formas históricas y, así, participar en una completa renovación
de la relación que el hombre ha tenido hasta ahora con sus dioses. A todos,
musulmanes y no musulmanes, que sueñan con una revolución espiritual, me dirijo
en mis libros para darles, con palabras de filósofo, la confianza de vislumbrar
su esperanza.
Pero
estos musulmanes y musulmanas que miran el futuro todavía no son lo suficientemente
numerosos para que su palabra sea más potente. A todos estos doy la bienvenida
por la visión y el coraje, porque han visto perfectamente el estado general de
la profunda enfermedad del mundo musulmán, lo que explica el nacimiento de los
monstruos terroristas con nombres de Al Qaeda, Al Notra AQMI o “Estado
islámico”. Entendieron que esto son sólo los síntomas más visibles de un gran
cuerpo enfermo, incluidas sus enfermedades crónicas que son: incapacidad para
establecer democracias sostenibles en las que se reconozcan como derecho moral
y político la libertad de conciencia con respecto a los dogmas de la religión;
dificultades crónicas para mejorar la condición de la mujer en el sentido de
igualdad, la responsabilidad y la libertad; incapacidad para separar
suficientemente el poder político de su control por la autoridad de la
religión; incapacidad para establecer un respeto, una tolerancia y un verdadero
reconocimiento del pluralismo religioso y de las minorías religiosas.
Todo
esto ¿será por culpa de Occidente? ¿Cuánto tiempo precioso vas a perder aún,
querido mundo musulmán, con esta acusación estúpida en la que ni tú mismo
crees, y detrás de la cual te escondes para continuar mintiéndote a ti mismo?
En
particular, desde el siglo XVIII, ya es el momento de reconocer que has sido
incapaz de hacer frente al desafío de Occidente. Te has refugiado de forma
infantil y mortífera en el pasado, con la regresión obscurantista del wahabismo
que sigue asolando en cualquier lugar dentro de tus fronteras – un wahabí que
extiendes desde tus lugares santos de Arabia Saudita como un cáncer que sale de
tu propio corazón. Has ido detrás de lo peor de Occidente, produciendo como él
este desarrollo tecnológico, sin coherencia con
su arcaísmo religioso, que hace de tus riquísimas “élites” del Golfo víctimas
voluntarias de la enfermedad mundial de la adoración al dios del dinero.
¿Qué
admiras hoy, amigo mío? ¿Qué queda en ti que sea digno de suscitar respeto en
los otros pueblos y civilizaciones de la Tierra? ¿Dónde están tus sabios si es
que tienes aún una sabiduría que ofrecer al mundo? ¿Dónde están tus grandes
hombres? ¿Quiénes son tus Mandela, quiénes son tus Gandhi, quiénes son tus Aung
San Suu Kyi? ¿Dónde están tus grandes pensadores cuyos libros deberían ser
leídos en todo el mundo como cuando los matemáticos y filósofos árabes y persas
hicieron referencia a la India y a España? En realidad te has hecho tan débil
detrás de la evidencia que tus anuncios siempre se refieren a ti mismo… No
sabes en absoluto lo que eres ni a dónde quieres ir, y esto te ha hecho tan
desgraciado como agresivo… Te obstinas en no escuchar a los que te llaman a un
cambio, a liberarte finalmente del dominio que ha ofrecido la religión sobre
toda la vida.
Has
escogido creer que Mahoma era un profeta y rey. Has escogido definir al islam como
religión política, social y moral para gobernar como un tirano, sobre el Estado
y la vida civil, tanto en la calle como en el hogar, e incluso dentro de cada
conciencia. Has elegido creer para imponer que el islam quiere sumisión, mientras que el propio Corán
proclama que “No hay coacción en la religión” (La ikraha fi Dîn). Has hecho de su llamada a la libertad el imperio
de la coacción. ¿Cómo puede una civilización traicionar tanto a su propio texto
sagrado?
Muchas
voces, que no quieres escuchar, se elevan hoy en la Ummad (Comunidad) para denunciar este tabú de una religión
autoritaria e indiscutible… hasta el punto de que muchos creyentes han interiorizado
así una cultura de la sumisión a la tradición y a los “maestros de religión”
(imams, muftis, shouyoukhs, etc.) que ni siquiera comprenden cuando se les
habla de libertad espiritual, por no hablar de elección personal ante los
“pilares” del Islam. Todo esto constituye para ellos una “línea roja” tan
sagrada que no se atreven a dar a su propia conciencia el derecho de dudarlo.
Existen tantas familias en las que la confusión entre espiritualidad y
servidumbre está incrustada en su mente desde una temprana edad, en la que la
educación espiritual es tan pobre, que todo lo concerniente a la religión sigue
siendo algo que ‘no se discute’.
Pero
esto, obviamente, no es impuesto por el terrorismo de algunas bandas de locos fanáticos
embarcados por el Estado islámico. No, este problema es infinitamente más profundo.
Pero, ¿quién quiere escucharlo? Sobre esto, silencio en el mundo musulmán, y en
los medios de comunicación occidentales ya no se escucha más que a estos
especialistas del terrorismo que agravan, día tras día, la miopía general. Por
lo tanto, no hace falta que te ilusiones, amigo mío, haciendo creer que cuando
haya terminado el terrorismo islamista el islam habrá solucionado sus
problemas. Todo lo que he mencionado – una religión tiránica, dogmática,
literal, formalista, machista, conservadora, regresiva – frecuentemente es lo
común en el islam, el islam cotidiano que sufre y hace sufrir demasiado a las
conciencias, el islam del pasado superado, el islam distorsionado por todos los
que lo instrumentalizan políticamente, el islam que acaba una y otra vez
ahogando las Primaveras árabes y la voz de tantos de sus jóvenes que piden otra
cosa. ¿Cuándo harás esta revolución en la sociedad y en la conciencias para que
rimen definitivamente espiritualidad
y libertad?
Por
supuesto, en tu vasto territorio hay islas de libertad espiritual: las familias
que transmiten un Islam de tolerancia, de elección personal, de profundización
espiritual, lugares donde el islam sigue dando lo mejor de sí mismo, una
cultura del compartir, del honor, de buscar el conocimiento y la espiritualidad,
el lugar sagrado donde el ser humano y la realidad última, que se llama Allâh, se
encuentran. Existen en la Tierra del islam, y en todas las comunidades musulmanas
del mundo, conciencias fuertes y libres. Pero están condenadas a vivir su
libertad sin el reconocimiento de un derecho real, con riesgos y peligros
frente al control de la comunidad o incluso, a veces, de la policía religiosa.
Nunca tienen el derecho de decir: Yo
elijo mi islam. Tengo mi propia relación con el islam, no han sido
reconocidos por los dignatarios oficiales del islam. Estos, al contrario, se
ensañan por imponer La doctrina del islam
es la única y La obediencia a los
pilares del Islam es el único camino correcto. (ssirâtou-l-Mustaqeem).
Esta
negativa al derecho a la libertad de religión es una de las raíces del mal que
sufres, mi querido mundo musulmán; es uno de esos vientres oscuros donde crecen
los monstruos que saltan desde hace algunos años ante miradas espantadas de
todo el mundo. Esta religión de hierro impone a la sociedad una violencia
insostenible. Encierra demasiado a sus hijos e hijas en la jaula del bien y del
mal, de una legalidad (halâ) y una
ilegalidad (haràm) que nadie ha escogido
pero que todo el mundo sufre. Se encarcelan las voluntades, condicionan los espíritus,
impiden o dificultan cualquier opción de vida personal. En muchos de tus países
todavía asocias la religión y la violencia – contra las mujeres, los “malos creyentes”, las minorías
cristianas, los pensadores y los espíritus libres, los rebeldes – de manera que
esta religión y esta violencia acaban por confundirse entre los más
desequilibrados y los más frágiles de tus hijos, en la monstruosidad de la jihad.
Entonces,
por favor, no finjas que te sorprende que los demonios, como los llama el Estado
islámico, hayan tomado tu rostro. Los monstruos y los demonios no roban más que
las caras que ya están deformadas por demasiadas muecas. Y si quieres saber
cómo no dar a luz esos monstruos, voy a decírtelo. Es muy sencillo y muy
difícil a la vez. Tienes que empezar por
reformar toda la educación que das a tus hijos, en cada una de tus
escuelas, en cada uno de los lugares de conocimiento y del poder. Que los
reformes de acuerdo y según los principios universales (incluso si no eres el
único que transgredes o persistes en su ignorancia): la libertad de conciencia;
la democracia y la ciudadanía para el conjunto diverso de visiones del mundo y
de creencias; la igualdad de sexos y la emancipación de las mujeres de la
tutela masculina; la reflexión y la cultura de lo religioso en las
universidades, la literatura y los medios de comunicación. No puedes volver
atrás, no puedes hacer menos que eso. Esta es la única manera de no dar a luz
estos monstruos, y si no lo haces, pronto serás devastado por tu propio poder
destructivo.
Querido
mundo musulmán, soy un filósofo y, como es habitual, algunos dirán que el filósofo
es un hereje. Sin embargo, sólo busco hacer que brille la luz de nuevo – este es el nombre que me diste y el que me encomendaste, Abdennour “Servidor de la Luz”. No
hubiera sido tan severo en esta carta si no creyera en ti. Como dicen los
franceses: “Quien bien te quiere, te hará
llorar”. A diferencia de los que hoy no son severos contigo – que quieren hacer
de ti una víctima – y no te hacen ningún favor. Creo en ti, creo en tu
contribución para hacer del mundo de mañana un mundo que sea cada vez más
humano y espiritual. Salâma, que la
paz sea con vosotros.
Abdennour
BIDAR
Tradución Sor Rosa Maria de la Parra.
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