LA
HOSPITALIDAD RELIGIOSA
Algunos ejemplos de hospitalidad religiosa:
El monje Casiano
relata: “Fuimos a ver a un anciano Abba que nos dio de comer. Estábamos satisfechos
pero nos exhortaba a comer más. Al decirle que ya no podíamos respondió: Esta
es la decimosexta vez que preparo la mesa para hermanos que llegan e,
invitándolos, he comido con todos ellos; y todavía tengo hambre”.
San Benito, en el s. V, exhorta “A todos los
huéspedes que lleguen al monasterio se les acogerá como a Cristo porque él un
día dirá: “Fui forastero y me acogisteis” (RB 53,1).Podemos fijarnos en la
palabra: “todos” ya que parece ser muy importante para San Benito porque
expresa un deseo de ser hospitalario y respetuoso con todas las personas, cuya
religión podía ser muy diferente a la suya.
No se trata sólo de
acoger huéspedes bajo el mismo techo, de compartir con ellos la oración y la
mesa, de intercambiar la vida, ahora se trata además, de acoger otro camino
espiritual, de reconocer que tiende hacia objetivos semejantes y de aceptar una
posible confrontación que profundice la manera de situarnos en el plan de la
salvación de Dios.
Rasgos de la auténtica hospitalidad
religiosa:
-Debemos disponer de una “casa” estable
para recibir.
-Debemos respetar a nuestro huésped por lo
que es, otro, y no querer hacerlo nuestro.
-Debemos acordarnos de que el huésped es
también un mensajero de Dios, y preguntarnos qué nos dice de su parte.
-Es muy importante la igualdad entre los participantes. [Por ejemplo en el Chado, ceremonia del Té, los participantes se despojan
de las insignias de estatus social y entran por la puerta de la humildad solo
mide 70 centímetros. La igualdad llega a su culmen en la famosa sentencia de
Zenrin: “En torno al fuego ya no hay ni anfitrión ni invitado”. Zenrin:
“Anfitrión e invitado intercambiables; anfitrión e invitado, evidentemente
distintos”].
-Es
preciso un proceso de despojamiento, tanto para el que da como para el que
recibe. “La hospitalidad no consiste,
como habría creído en colmar al invitado de mi generosidad; lo que cuenta no es
dar ni recibir, sino solo estar juntos en la gratuidad. Abandonar todo, recibir
todo. Somos siempre, a la vez, huésped anfitrión que recibe y huésped que
ofrece” (Rykyu).
-Se
aprende a acoger siendo acogidos. “Cuando
uno es acogido, todo puede comenzar” (P. Béthune). Para saber acoger bien
ayuda el haber experimentado su necesidad personalmente. El camino del huésped es
muy exigente, consiste en dejar su territorio, atravesar fronteras y entrar en
el terreno del hospedero y exponerse a lo que él buenamente quiera. Para pedir
hospitalidad no solo es necesario estar necesitado, sino también estimar a los
que se pide ayuda. Abrahán el arquetipo de la hospitalidad lo es también del
peregrino “Amad también vosotros al
extranjero, porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto” Dt 10,19. Cuando somos acogidos por el otro, somos
acogidos por el Otro (J. Melloni).
-Debemos
acoger con gratuidad. La hospitalidad es un misterio que se capta mejor
cuando eres inmerecidamente acogido. Para ser hospitalario hay que comenzar por
experimentar la pobreza, arriesgarse a no ser acogido.
-Debemos
compartir lo que tenemos, ni más ni menos. Tenemos el ejemplo de la viuda
del templo, los pobres dan lo que tienen y dan mucho.
-Debemos
tener esperanza. P.
Christian de Chergé manifiesta que la esperanza es la primera
característica de la acogida. No participamos solo por bondad sino por
esperanza, esperamos una aportación espiritual especial del otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario