lunes, 18 de julio de 2016

La hospitalidad religiosa

LA HOSPITALIDAD RELIGIOSA


Algunos ejemplos de hospitalidad religiosa:
El monje Casiano relata: “Fuimos a ver a un anciano Abba que nos dio de comer. Estábamos satisfechos pero nos exhortaba a comer más. Al decirle que ya no podíamos respondió: Esta es la decimosexta vez que preparo la mesa para hermanos que llegan e, invitándolos, he comido con todos ellos; y todavía tengo hambre”.

San Benito, en el s. V, exhorta “A todos los huéspedes que lleguen al monasterio se les acogerá como a Cristo porque él un día dirá: “Fui forastero y me acogisteis” (RB 53,1).Podemos fijarnos en la palabra: “todos” ya que parece ser muy importante para San Benito porque expresa un deseo de ser hospitalario y respetuoso con todas las personas, cuya religión podía ser muy diferente a la suya.

No se trata sólo de acoger huéspedes bajo el mismo techo, de compartir con ellos la oración y la mesa, de intercambiar la vida, ahora se trata además, de acoger otro camino espiritual, de reconocer que tiende hacia objetivos semejantes y de aceptar una posible confrontación que profundice la manera de situarnos en el plan de la salvación de Dios.

Rasgos de la auténtica hospitalidad religiosa:
         -Debemos disponer de una “casa” estable para recibir.

         -Debemos respetar a nuestro huésped por lo que es, otro, y no querer hacerlo nuestro.

         -Debemos acordarnos de que el huésped es también un mensajero de Dios, y preguntarnos qué nos dice de su parte.

         -Es muy importante la igualdad entre los participantes. [Por ejemplo en el Chado, ceremonia del Té, los participantes se despojan de las insignias de estatus social y entran por la puerta de la humildad solo mide 70 centímetros. La igualdad llega a su culmen en la famosa sentencia de Zenrin: “En torno al fuego ya no hay ni anfitrión ni invitado”. Zenrin: “Anfitrión e invitado intercambiables; anfitrión e invitado, evidentemente distintos”].

         -Es preciso un proceso de despojamiento, tanto para el que da como para el que recibe. “La hospitalidad no consiste, como habría creído en colmar al invitado de mi generosidad; lo que cuenta no es dar ni recibir, sino solo estar juntos en la gratuidad. Abandonar todo, recibir todo. Somos siempre, a la vez, huésped anfitrión que recibe y huésped que ofrece” (Rykyu).

         -Se aprende a acoger siendo acogidos. “Cuando uno es acogido, todo puede comenzar” (P. Béthune). Para saber acoger bien ayuda el haber experimentado su necesidad personalmente. El camino del huésped es muy exigente, consiste en dejar su territorio, atravesar fronteras y entrar en el terreno del hospedero y exponerse a lo que él buenamente quiera. Para pedir hospitalidad no solo es necesario estar necesitado, sino también estimar a los que se pide ayuda. Abrahán el arquetipo de la hospitalidad lo es también del peregrino “Amad también vosotros al extranjero, porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto” Dt 10,19.  Cuando somos acogidos por el otro, somos acogidos por el Otro (J. Melloni).

         -Debemos acoger con gratuidad. La hospitalidad es un misterio que se capta mejor cuando eres inmerecidamente acogido. Para ser hospitalario hay que comenzar por experimentar la pobreza, arriesgarse a no ser acogido.

         -Debemos compartir lo que tenemos, ni más ni menos. Tenemos el ejemplo de la viuda del templo, los pobres dan lo que tienen y dan mucho.


         -Debemos tener esperanza. P. Christian de Chergé manifiesta que la esperanza es la primera característica de la acogida. No participamos solo por bondad sino por esperanza, esperamos una aportación espiritual especial del otro.

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