Es
favorecido por la profundidad y autenticidad de los interlocutores.
Es
imprescindible buscar auténticos interlocutores de las otras tradiciones para no
perdernos; caer en errores, sectas o doctrinas poco seguras.
Pero también
tenemos que saber que “Cuanto más honda sea
nuestra experiencia de Dios más lejos podemos llegar”. Una mayor
profundidad nos ayuda a percibir la presencia de Dios en todos los lugares: “Dios es una esfera infinita cuyo centro
está en todas las cosas y su circunferencia en ninguna”.
En la medida en
que profundizamos, en que nuestra búsqueda es más radical, es más sencillo el
compartir experiencias con los auténticos buscadores de las otras tradiciones.
Por el contrario, cuanto más superficial es nuestra práctica más sentimos el miedo
y ponemos más barreras a la comunicación.
¿Quiénes
son estos buscadores? Son los “mónacos”,
aquellos que buscan unificarse con el Único. Existen en todas las tradiciones religiosas y tienen muchas vivencias comunes por lo que
podemos hablar de un “arquetipo” del
ser humano. Se caracterizan por su compromiso radical en la búsqueda
espiritual: “quemar los barcos para
hundirnos en una arriesgada búsqueda de la verdad”. Su ideal es no apropiarse de nada para vivir libres y desposeídos en pos del
Absoluto. Esa libertad les permite identificarse con todo aquello que
tenga un genuino valor espiritual sea de la religión que sea y participar en un
“dialogo de vida” compartiendo las riquezas espirituales tales como la oración,
la contemplación, la fe o los caminos de la búsqueda de Dios y del Absoluto.
En el cristianismo tenemos la figura del “monje”: Evagrio Póntico, uno de los grandes
monjes del siglo IV, nos dice: “Monje es aquel que está separado de todos y
unido a todos”. “Monje es aquel que se siente uno con todos por la costumbre de
verse a sí mismo en cada uno”. Es sorprendente porque, a pesar de
alejarse físicamente de la sociedad, o quizás gracias a ello, son especialmente
sensibles a todos los problemas e interrogantes de los hombres y viven de forma
extraordinaria la caridad y la acogida a todo tipo de personas. Por esto la Iglesia católica manifiesta que: “la experiencia monástica es un puente entre las religiones” y encargo a la familia benedictina liderar el
intercambio de vida con las tradiciones monásticas de otras religiones, dando
nacimiento al DIM.
En
el islam se manifiesta en el sufismo. El Sufi, que
significa revestido de pobreza, se caracteriza por la sumisión y abandono
totales en el absoluto de Dios.
En
el hinduismo, es el sannyasa, el renunciante.
En el budismo,
el bhikshu, el mendicante]
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